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viernes, 22 de noviembre de 2013

SOBRE LA COCINA Y LA COMIDA


Muchos de mis amigos conocen mi pasión por la cocina y la comida. En cuanto a si cocino bien o no, es un debate demasiado extenso como para tratarlo en este espacio. No obstante, en lo que sí puede haber consenso es en que efectivamente me gusta muchísimo cocinar y probar recetas nuevas, especialmente cuando son de otros países.

Compras en el mercado
En esta corta intervención me enfocaré más en la comida que se puede encontrar en el pequeño pueblo de Saclepea ya que en la capital, Monrovia, hay mucha más variedad de alimentos. En Saclepea, abundan los plátanos y un familiar de éste que es más grande y que generalmente se usa para cocinar. También hay una gran oferta de papayas y naranjas. Las primeras se pueden encontrar generalmente en el mercado que se hace todos los días martes; por otro lado, es más fácil comprar naranjas a los vendedores callejeros que las llevan en fuentes plásticas sobre sus cabezas. Las naranjas las venden con la capa más externa a medio pelar. Es como si las hubieran pasado por un rallador para quitarle su característico color. Además, les cortan una de sus polos para poder apretarla y extraer su jugo por ese orificio. Aún no intento este método porque me gusta comer la naranja completa y no desperdiciar ni una parte de ésta. Desafortunadamente, la piña, una de las frutas que más había querido probar, ya está fuera de temporada. A pesar de eso, igual tuve la oportunidad de conocer un árbol de piña y me llevé la sorpresa de que era muy distinto a cómo me lo imaginaba. Y mi colega se encargó de avisarme de que existe un tipo de serpiente negra a la que le encanta tomar jugo de piña, así que seguiré comprando en el mercado sólo por precaución. Otro refrescante fruto que se puede encontrar por estos lados es el coco. Es un fruto muy rico en sales y minerales; de hecho, es considerado el Gatorade natural.

Gatorade liberiano

Nacimiento de una piña
Lamentablemente, la variedad de vegetales no es muy amplia. Hay tomates pequeños, ajíes, hojas de papas, hojas de yuca, papas dulces y otros vegetales pequeños que sólo he visto, pero que no conozco en realidad. Las ensaladas son casi inexistentes. 

Hay un plato liberiano que se prepara con hojas de papas y hoy me atreví a cocinarlo. Simplemente se hierven las hojas hasta que queden bien suaves y se adereza con aceite, cebollas, ajos y sal hasta que quede una especie de pasta espesa. Luego  se pone sobre el arroz. El plato tradicional lleva pollo y pescado, mas no me atrevo a comprar carne por mi cuenta aún.

Arroz con hojas de papas y ajíes

También hay caracoles gigantes y he escuchado que en algunas partes se puede conseguir carne de mono y serpiente. La verdad es que aún no he visto eso. Lo que sí he visto es un tipo de carne ahumada que se llama “bush meat” o carne del bosque  que puede ser de cualquier animal que encuentren a los interiores de la selva.

El arroz es el grano predilecto de esta zona. Hay al menos tres tipos de arroz. Es un producto bastante económico, por eso cuando uno come en un restaurant le dan un plato de arroz que podría ser fácilmente para tres personas. El arroz lo preparan simple porque hacen salsas aparte para sazonarlo.

En general, uno puede inventar cosas bien ricas si le gusta la cocina. Acá intenté hacer un plato que probé en Colombia y resultó bastante bueno.

Arroz, frijoles, bananas fritas, ajíes y tomates

Las comidas no son lo mismo si no se acompañan de un buen vino. Para mi fortuna, acá puedo encontrar vino chileno. Las líneas Frontera y Casillero del Diablo de la viña Concha y Toro al parecer están hasta en los lugares más recónditos del planeta. También tengo acceso a vino de Sud África y aunque suene muy nacionalista, aún prefiero el vino chileno.

Los precios de productos naturales son increíblemente baratos. Recuerdo muy bien cuando compré mis primeras ocho paltas o aguacate a 0,6 dólares, cuando en Chile podría pagar un dólar por una palta. Una piña pequeña y una papaya grande cuestan menos de un dólar cada una. Todo tiene sentido en una comunidad donde el promedio de ingreso es un dólar al día. 

lunes, 18 de noviembre de 2013

ABDOMINALES PODEROSOS, CAMINOS IMPOSIBLES Y PLÁTANOS SALVADORES

Ya van dos semanas de salidas a terreno y creo que es tiempo de contar un poco sobre lo que hago por esta región.

Aún no conozco mi título exacto, pero debe ser algo así como consultor en educación. Es más fácil describir mis funciones que descubrir el título de mi puesto de trabajo. Lo sabré con seguridad cuando mi supervisora nos visite nuevamente. Por ahora me encargo de visitar todas las comunidades donde hay un programa de alfabetización para adultos auspiciado por Project Concern International (PCI), la organización para la cual trabajo. En un principio visitaría algo así como quince comunidades; no obstante, como muchas cosas en Liberia, la información no era precisa. En total son más de treinta comunidades y los horarios de clases difieren bastante de lo que se me dijo al comienzo.

Bienvenida en una de las comunidades

Al llegar a la comunidad todos los niños e incluso algunos adultos me saludan por mi segundo nombre, qüi plu que significa “blanco” o “civilizado” lo cual es extraño para mí que soy más bien moreno y ni tan civilizado. Me reúno con los encargados de dictar las clases y charlamos brevemente sobre sus horarios, cantidad de alumnos, sentimientos sobre lo que están haciendo, entre otras cosas. También observo sus clases y cómo interactúan con sus estudiantes. Todo eso para poder redactar un informe y sacar mis propias conclusiones sobre si el proyecto se ha estado llevando a cabo correctamente y determinar qué medidas tomaré para sacar el mejor provecho de los recursos entregados a las comunidades. Por ahora, eso es lo que hago.  

Profesora de adultos y niños
Si bien durante estas dos semanas mis obligaciones no han sido del todo complicadas, hay otros inconvenientes con los que lidiar diariamente.

A pesar de que aprendí a conducir una motocicleta, aún no me asignan una para mí solo. Por lo tanto, debo hacer de pasajero todos los días. Desearía poder relajarme y observar el paisaje mientras pasan las horas, pero así no son las cosas. En todo momento debo ir muy atento a los gigantescos baches para mantenerme en el asiento y no salir volando hacia un costado. Este simple ejercicio involucra mucho trabajo abdominal y lo sé porque al final de la jornada me duele muchísimo esta zona. Hasta tal vez funcione mejor que los Abdominales en 8 minutos que se pueden encontrar en Youtube. Veré los resultados con más certeza al final de mi tiempo en Liberia.

Llegar a estas comunidades es quizás lo más difícil del trabajo. Después de la larga guerra civil de Liberia, los caminos quedaron destruidos. Si a ello le agregamos el factor lluvia, muchas cosas interesantes y peligrosas pueden suceder.

Al pasar por uno de los caminos, no pude evitar recordar el programa Rutas Mortales trasmitido por History Channel. Nos encontramos con un camión muy cargado que al tratar de pasar por un montón de barro quedó atrapado. Tampoco es que haya muchas otras vías por donde transitar, las rutas alternativas son escasas o nulas. Por mi cuenta, me bajé de la motocicleta para que mi compañero pudiera cruzar sin problemas, y también porque no quería caerme en el barro, y me dediqué a sacar algunas fotos de la divertida situación mientras cruzaba caminando.

Camión con un pequeño problema en el camino

Después de un buen par de horas de viaje y haber pasado por cuenta comunidad encontramos a lo largo de nuestro camino, por fin llegamos a nuestro destino. Conocimos a Washington quien recién está comenzando con el proyecto y le hicimos las preguntas correspondientes. Por primera vez en el viaje tuve la posibilidad de ver la hora y como si mi estómago estuviera sincronizado con mis ojos, me dio hambre. Creo que Washington y su familia vieron mi cara de hambre porque inmediatamente fueron a buscar dos ramos de aproximadamente diez plátanos cada uno. Tomé uno rápidamente y guardé el resto para el viaje. Muy agradecido por tan exquisito regalo, me despedí y les aseguré que verían a este qüi plu nuevamente. 

Niñas manteniendo su escuela en orden

domingo, 10 de noviembre de 2013

DONKEY KONG COUNTRY Y OTROS AMIGOS

En este país me siento más flojo de lo usual, o por lo menos más lento. No es que quiera ser así. El calor te saca la energía cada vez que sales a terreno. Todos los días camino cuatro kilómetros ida y vuelta para llegar a la oficina donde trabajo y no existe el día en que no ande sudado. A pesar de esta molestia, el deporte es una actividad que nunca he querido dejar de lado y es por eso que acá decidí seguir trotando.

Por ahora tengo dos rutas y creo que ambas tienen ocho kilómetros en total. Por lo menos una ya la medí con GPS. Mi humilde teléfono inteligente me ha servido bastante por estos lados.

En ambas rutas primero hay que caminar veinte minutos antes de salir del pueblo y tomar algún otro camino más despejado para correr, o al menos para que no me sigan los niños. A veces toma más tiempo porque hay que saludar a todos. No es que sea tan social y me guste saludar a cada persona con la que me encuentro, es sólo que todos te miran y es inevitable devolver el saludo.

Trotar con 30° C o más no es muy agradable, especialmente si la humedad está muy alta, pero vale mucho la pena mirar los paisajes de esta región, y también porque me gusta exigirme en los deportes.


Ruta más boscosa

Al comenzar a registrar mi ruta, observé detenidamente los bananos y lo primero que se me vino a la mente fue el juego de video para Super Nintendo, Donkey Kong Country. Era bastante asertivo pensar que los árboles que aparecían en el juego eran bananos, pero nunca había visto uno en vivo y en directo para poder hacer la conexión. Lamentablemente, no se ve ningún gorila trepando por los árboles en busca de bananas y menos cocodrilos erguidos resguardando alguna zona en particular.

Plátanos al costado de mi ruta

Bananos
Luego de pasar por los bananos se puede observar otro tipo de vegetación a los alrededores. Un tipo de vegetación mucho más espesa a la cual no visitaría con camiseta manga corta y pantalón corto. Tampoco la visitaría si no tuviera al menos otras cuatro cosas como un repelente para mosquitos, botas largas, un machete y, sobretodo, conocimiento de la flora y fauna del lugar. Soy aventurero, pero alguien me contó que había sólo una dosis en la clínica para combatir el veneno de una serpiente muy común en estos lugares, así que iré paso a paso por esos caminos.


Vegetación a los alrededores

Los papayos también soy muy comunes de encontrar por estos caminos. Cierto es que la gente obtiene las papayas de mucho más al interior del bosque, donde están más maduras. No es un trabajo fácil en lo absoluto.


Papayo
También me encontré con un amigo. Ojalá nunca hubiera sabido que habitaba por esta zona. Su nombre es el escorpión y es del largo de un pequeño roedor. Así que ahora tengo otro motivo para andar muy paranoico por los caminos menos habitados.


Fue aplastado por una moto probablemente
Llegando al final de mi destino el sol desaparece poco a poco, lo que a mí personalmente me dice que debo volver pronto porque no hay luz en las calles y menos en el bosque. Además, quiero comprar algunas naranjas y plátanos para recuperarme de tan agotadora salida a terreno. 


Atardecer cerca de Saclepea

viernes, 1 de noviembre de 2013

EN SACLEPEA, CONDADO DE NIMBA, LIBERIA

El camino desde la capital hasta Saclepea podría decirse que es bastante peculiar. Hay que salir muy temprano porque es un viaje que realmente toma mucho tiempo. Objetivamente, la distancia es menor a trescientos kilómetros, pero el camino tiene sus dificultades.

Camino hacia Saclepea
Primero que todo, no es fácil salir de la capital en la mañana. Todo el mundo está tratando de llegar a sus trabajos y el tránsito es lentísimo. En segundo lugar, cuando comienza a despejarse un poco el camino, comienzan los baches. Hoyos tan grandes que podrían haber destruido la camioneta 4x4 en la que íbamos si no se tomaban las precauciones necesarias. A pesar de eso, el paisaje es maravilloso y es que por todos lados se pueden observar cientos de árboles frutales y árboles de caucho. Además, hay pequeñas comunidades a lo largo de todo el camino donde uno pueden comprar sus productos e incluso hay pequeños restaurantes para satisfacer el hambre del largo viaje.

Pequeños puestos a lo largo del camino 
Uno podría pensar que es suficiente observar la belleza del lugar para que las horas de viaje no se noten tanto. Sinceramente, no es así. Después de seis horas en vehículo uno ya no sabe cómo sentarse y cuando uno trata de dormir un poco te despiertas de un salto.

Plantaciones de caucho
Todo tiene fin. Hemos llegado a Saclepea. No fueron nueve horas, fueron casi once horas de viaje. Aún cuando estaba exhausto por el viaje, decidimos salir a beber unas cervezas y a comer comida local. Las amigas de Lindsay nos estaban esperando. Ellas son voluntarias en el programa Peace Corps de Estados Unidos. Ya llevan más de un año acá y conocen el sistema bastante bien.

El pequeño bar está abastecido de electricidad gracias a un transformador. A veces la energía se va por unos segundos y vuelve. Le da otro toque a las conversaciones. No hay muchas opciones en cuanto a cerveza, así que ordenamos la bebida local llamada Club. Es una cerveza de buen gusto y aunque no me hubiese gustado, es todo lo que tenemos en este pequeño pueblo.

Después del bar, nos dirigimos a la base militar de las Naciones Unidas de la que están a cargo soldados de Bangladesh. Resulta que ellos no sólo se encargan mantener la paz en la zona, sino que también venden comida por un precio más que razonable. La comida es del tipo “todo lo que puedas comer”. Nos dieron arroz (no podía faltar), pescado, pollo, salsa picante y sólo porque yo era nuevo, carne de res. Fue una cena increíble. Estos chicos sí que saben cocinar y traer sus tradiciones culinarias a estos lugares. Ya sé a dónde iré cada vez que no quiera cocinar.

Ha sido una larga jornada y sólo me queda descansar para mañana recorrer las calles y conocer gente. También me prometieron unas lecciones de motocicleta. Ya veremos cómo va eso. 

Llevar cosas sobre la cabeza es lo más normal por acá

jueves, 31 de octubre de 2013

PRIMEROS DÍAS EN LIBERIA

Son muchos los prejuicios que uno tiene sobre ciertas cosas o lugares, especialmente sobre África. El sólo hecho de hablar de África como un todo sin diferencias ya es una terrible generalización y espero poder ir abriendo los ojos poco a poco a esta parte del mundo tan desconocida para nosotros.

Liberia es uno de los países más pobres económicamente de este continente, pero eso se compensa con la simpatía de su gente. Dondequiera que uno vaya la gente está saludando. Las risas de los niños son increíbles. Por otro lado, creo que sólo ahora puedo entender a mis amigos extranjeros cuando me cuentan qué tan observados se sienten en nuestro país. Acá soy un extranjero “blanco”, y nunca paso desapercibido.

El tráfico en Monrovia es algo único. Existen algunos semáforos, pero no hay casi ningún signo pare o ceda el paso. Si la gente puede adelantar por el lado derecho, lo hace. El medio de transporte que más se ve es la motocicleta. Éstas se ocupan no sólo para uso personal, sino que también como transporte público. Pude ver motocicletas hasta con tres personas encima. Las bocinas suenan por todos lados. Al principio uno podría pensar que todos están enfurecidos con el tráfico, yo lo estaría, no obstante, acá la ocupan para muchas otras cosas como para avisar que vienes cerca o que tienes espacio en la moto o simplemente para adelantarlos.

No pude evitar salir a probar la comida. La comida local es muy de mi estilo por su particular picante y uso de especias. Usan arroz para todo ya que sobre el setenta por ciento de su agricultura se basa en este grano. Todos los platos que he probado hasta ahora me han parecido muy deliciosos.

El pueblo libanés está por todas partes en Monrovia. Su influencia se puede apreciar en los restaurantes que ofrecen una gastronomía muy variada, en los supermercados donde tienen muchos productos con etiquetación en árabe y otros mercados como estacionamientos y librerías, por nombrar sólo algunos.

Algo que también me llamó mucho la atención es la gran cantidad de organizaciones internacionales que hay en este país. En las calles siempre se pueden ver autos con los logos de USAID, ONU, EU, CARES, WFP y muchas otras que están tratando de sacar a este país adelante luego de su terrible guerra civil que terminó hace tan sólo diez años. La ONU se encarga de mantener la paz ya que según dicen la situación post-guerra aún está complicada. Por lo que personalmente he podido observar, las cosas están tranquilas.

Listo para ir a Saclepea, Condado de Nimba. El viaje tomará alrededor de nueve horas en auto. Este pueblo será mi hogar por los próximos siete u ocho meses, así que estoy ansioso por llegar y desempacar luego de casi diez días de viaje. 

Océano Atlántico

Las escuelas tienen estos mensajes en sus muros
(Si puedes leer esto, agradécele a un profesor)

El agua es muy tibia, pero las corrientes no son las apropiadas para nadar

CASI EN CASA

Llegó la hora de tomar el avión. Al llegar al aeropuerto de Casablanca me encontré con una delegación de musulmanes que al parecer habían celebrado algún hecho importante últimamente. Más de la mitad del avión estaba ocupado por ellos. Claro está que el avión a Liberia es uno… bastante modesto. Todos llevaban muchísimas cosas en su equipaje de mano, por ello nos demoramos más en abordar. Casi todos llevaban exceso de equipaje. Me recordó mucho a los microbuses de campo donde todos llevan las cosas del mes. Algo a lo que hay que acostumbrarse acá es al alto volumen de las conversaciones. Muchas veces parece que están discutiendo, pero sólo están conversando. Finalmente, me senté entre una señora con su bebé a quien incluso le preparé su leche y un amigo de Portugal con el que hablé durante las cinco horas de viaje. Siempre es interesante hablar con gente abierta de mente y que no critica de mala forma todo lo que es ajeno a nuestra cultura.

Monrovia nos esperaba con tormenta eléctrica que me imagino desde el suelo debe verse muy hermosa, y del aire también sólo que provoca un poco de inseguridad.

Al bajar del avión sentí los primeros golpes de calor y humedad que serán, sin duda, unas de las cosas más difíciles a las que acostumbrarse.

Llegué bien aconsejado para cuando tenga que pasar por la aduana. Las cosas son menos organizada que en mi país, pero nada que no se pueda resolver. Primero me trataron de sobornar, me dijeron que si les daba $20 dólares me dejarían pasar inmediatamente. Me hice el desentendido y no les quedó otra que firmar mi pasaporte. Luego retiré mis maletas y las llevé para que las revisen. Me dijeron que si les compraba un café, las maletas pasarían sin ser revisadas. No hubiera tenido ningún problema en haberlo hecho, si tan sólo hubiera tenido un dólar liberiano, así que les dije que se los compraría en otra ocasión. Me revisaron un par de cosas y me dejaron pasar. Pasando esta última barrera, ya pude sentir que había llegado a mi destino.

Afortunadamente, Lindsay, mi novia, me estaba esperando en el aeropuerto. Ella ya conoce cómo funcionan las cosas acá y tenía un taxi para nosotros. Resulta que desde el aeropuerto hasta la ciudad es una hora más de viaje, pero todo tiene otro sentido a esta altura. Ahora podía observar los paisajes y a las personas. Todo es muy verde por acá. Se pueden observar árboles de plátanos y papayas en todos lados.

Llegué a la casa de la encargada del proyecto en el que trabajaré y dormí por unas horas para luego tener mi primer almuerzo en Liberia. Finalmente, ya me podía sentir casi como en casa, sino fuera porque aún me queda un viaje de nueve horas hasta Saclepea, Nimba County, donde viviré y trabajaré por aproximadamente siete meses. 

sábado, 26 de octubre de 2013

PRIMERA ESCALA: MADRID, ESPAÑA

Luego de unos espectaculares días en Bs. Aires, llegó el momento de viajar hasta mi destino. Por supuesto, tomé todas las precauciones para no tener inconvenientes en mi viaje, o al menos las que yo pensaba eran suficientes.

Todo comenzó a las 3:30 PM. Se suponía que el taxi, o remís como lo llaman en Argentina, llegaría a las 4:00 PM. Sin embargo, por un error de coordinación llegó antes. Esto en realidad fue muy bueno ya que al llegar al aeropuerto se estaban formando algunas manifestaciones - vaya a saber uno en contra de qué. El taxista me dijo, “te dejo rapidito y me echo a volar”. Obviamente no quería quedar en medio de algún posible disturbio. Al parecer, no hubo ningún problema mayor, por lo menos nadie lo andaba comentando en los pasillos.

Con mucho tiempo para abordar, me dediqué una hora al menos a avanzar mi libro En Llamas que es la secuela de Los Juegos del Hambre. Tenía pensado leer mis libros en África, pero con tanto tiempo de espera prefiero ocuparlo para leer. El aeropuerto de Bs. Aires, según mi humilde percepción, nos brinda una gran diversidad de nacionalidades. Se escuchan muchos idiomas y se ve gente que sin pudor viste ropas de sus países o de sus credos. Hasta una pareja de colombianos, sino estoy errado en sus nacionalidades, demostró sus dotes artísticos al bailar salsa al ritmo del celular. Fue un momento muy agradable. Y es que hasta ahí todo iba perfecto.

Tiempo de registrarse con la aerolínea o hacer el check-in. Pongo mi primera maleta para pesarla y el hombre me pregunta si tengo el boleto de regreso. “¿Cuál boleto de regreso?”, dije yo. “El que necesitas para poder abordar”, me responde. Ahí supe que este viaje no sería nada de fácil. Obviamente él no podía ayudarme porque como política de la empresa y de inmigraciones (según él) no me pueden dejar abordar si no cuento con el pasaje de vuelta. Por supuesto que yo tendría un pasaje de vuelta si tuviera todo planificado y supiera la fecha exacta en la que volvería. Así que no me quedó otra que pensar en algo rápidamente. Acudí a la compañía para ver si me daban una solución. Claro que hay solución, comprar un boleto, me dije a mí mismo. En ese momento, las dos horas que tenía de ventaja pasaban más rápido de lo normal. Vaya que era relativo el tiempo en ese instante. Antes de pasarle la tarjeta de crédito se me ocurrió explicarle toda la situación nuevamente paso por paso. Yo no voy a España, le reiteraba. Tampoco voy a Marruecos, insistí. Mi destino final es Liberia y tengo visa para entrar. Algo hizo clic en su cabeza y me dijo que volviera al mostrador y que se lo explicara de esa forma al encargado. Corrí, aunque no muy rápido porque andaba con dos maletas pesadas, y le dejé mis documentos al hombre. Me dijo que lo esperara. Sentía que había alguna esperanza de viajar y no perder todo lo programado. Sin embargo, cuando conversaba con su equipo me miraban y movían la cabeza de forma negativa y seguían discutiendo mi caso. Al final me llaman y me dicen, “sube tus maletas”, “te abordamos”. Creo que hasta una sonrisa me salió. Así que pagué el sobrepeso del cual sí estaba consciente. No esperarán que lleve 23Kg. por un viaje de más de seis meses. (Les recomiendo siempre leer todo lo que puedan sobre las políticas de la empresa porque varían de unas a otras.) Pagué los 100 dólares. Me dolió mucho pagar semejante cantidad de dinero por un par de kilos de más. No obstante, a esa altura era lo de menos.

Ya más tranquilo y en el avión, me relajo y espero la partida. El capitán nos pide disculpa por el atrasado y nos informa que debido a las tormentas en la ruta normal, nos desviaremos y gastaremos más combustible de lo habitual. Y como si fuera poco, tendríamos que aterrizar en otro sector del aeropuerto por el mal clima en Madrid. Afortunadamente, no nos encontramos ni siquiera con leves turbulencias y el aterrizaje fue uno de los más suaves en los que he estado. Y no entiendo por qué tuvo que decirnos lo del combustible, eso no me dejó muy tranquilo que digamos.

El pasar por inmigraciones en España igual me tenía nervioso, pero todo resultó ser muy rápido y fácil, lo que me dice que quizás el altercado en Bs. Aires probablemente fue un mal entendido. Ahora me encuentro esperando el vuelo a Casablanca, Marruecos. Está con una hora de retraso y ya terminé mi libro con el que me entretenía. Tengo mucho sueño para comenzar el siguiente libro, así que no hago más que escuchar los distintos idiomas, se escucha mucho francés, español, inglés y también escuché coreano, aunque este último puede haber sido una excepción. Comienza a llegar más gente, así que mejor guardo mi computador.


martes, 22 de octubre de 2013

ANTES DE LLEGAR A MI DESTINO

No es fácil llegar a Liberia, África. Al parecer mi país, Chile, no tiene intereses en común (y a veces no tan en común) con este país y por ello no existe una embajada para pedir una visa. Así que tuve que viajar a Buenos Aires y pasar un par de días para hacer mis trámites y, por supuesto, recorrer una ciudad en la que estoy por primera vez. 

Ya logré sacar la visa y al parecer está todo en orden para abordar el avión el próximo jueves. El representante de Liberia en Argentina me dejó más tranquilo al decirme que en los últimos cinco años, Liberia ha tenido cierta estabilidad social, así que no debo preocuparme "tanto". Creo que sólo podré saber qué significa "tanto" cuando esté allá.


Como el título de esta intervención indica claramente que aún no llego a Liberia, me tomo la libertad de escribir un poco sobre Argentina. 

He tenido la fortuna de conocer este país desde mi primer año de vida y nunca dejo de sorprenderme de la simpatía y amabilidad de los argentinos, especialmente de mi familia que radica ya muchos años en esta famosa urbe. 

El primer día tuve la suerte de disfrutar de su famosa gastronomía. Me bajo del avión y me encuentro con un asado espectacular. (Bueno, no es que haya sido así de rápido, primero tuve que pasar por una hora de tráfico que es más bien común en las grandes capitales.) Ya en la noche cuando estaba perdiendo la imagen mental de aquel asado, salen las pizzas que al parecer son intrínsecamente sabrosas en esta parte del mundo. Mañana saldré a recorrer la ciudad y sólo para evitar un Alzheimer gastronómico, probaré los helados artesanales y otras exquisiteces que pueda encontrar en el camino.