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jueves, 31 de octubre de 2013

CASI EN CASA

Llegó la hora de tomar el avión. Al llegar al aeropuerto de Casablanca me encontré con una delegación de musulmanes que al parecer habían celebrado algún hecho importante últimamente. Más de la mitad del avión estaba ocupado por ellos. Claro está que el avión a Liberia es uno… bastante modesto. Todos llevaban muchísimas cosas en su equipaje de mano, por ello nos demoramos más en abordar. Casi todos llevaban exceso de equipaje. Me recordó mucho a los microbuses de campo donde todos llevan las cosas del mes. Algo a lo que hay que acostumbrarse acá es al alto volumen de las conversaciones. Muchas veces parece que están discutiendo, pero sólo están conversando. Finalmente, me senté entre una señora con su bebé a quien incluso le preparé su leche y un amigo de Portugal con el que hablé durante las cinco horas de viaje. Siempre es interesante hablar con gente abierta de mente y que no critica de mala forma todo lo que es ajeno a nuestra cultura.

Monrovia nos esperaba con tormenta eléctrica que me imagino desde el suelo debe verse muy hermosa, y del aire también sólo que provoca un poco de inseguridad.

Al bajar del avión sentí los primeros golpes de calor y humedad que serán, sin duda, unas de las cosas más difíciles a las que acostumbrarse.

Llegué bien aconsejado para cuando tenga que pasar por la aduana. Las cosas son menos organizada que en mi país, pero nada que no se pueda resolver. Primero me trataron de sobornar, me dijeron que si les daba $20 dólares me dejarían pasar inmediatamente. Me hice el desentendido y no les quedó otra que firmar mi pasaporte. Luego retiré mis maletas y las llevé para que las revisen. Me dijeron que si les compraba un café, las maletas pasarían sin ser revisadas. No hubiera tenido ningún problema en haberlo hecho, si tan sólo hubiera tenido un dólar liberiano, así que les dije que se los compraría en otra ocasión. Me revisaron un par de cosas y me dejaron pasar. Pasando esta última barrera, ya pude sentir que había llegado a mi destino.

Afortunadamente, Lindsay, mi novia, me estaba esperando en el aeropuerto. Ella ya conoce cómo funcionan las cosas acá y tenía un taxi para nosotros. Resulta que desde el aeropuerto hasta la ciudad es una hora más de viaje, pero todo tiene otro sentido a esta altura. Ahora podía observar los paisajes y a las personas. Todo es muy verde por acá. Se pueden observar árboles de plátanos y papayas en todos lados.

Llegué a la casa de la encargada del proyecto en el que trabajaré y dormí por unas horas para luego tener mi primer almuerzo en Liberia. Finalmente, ya me podía sentir casi como en casa, sino fuera porque aún me queda un viaje de nueve horas hasta Saclepea, Nimba County, donde viviré y trabajaré por aproximadamente siete meses. 

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