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viernes, 1 de noviembre de 2013

EN SACLEPEA, CONDADO DE NIMBA, LIBERIA

El camino desde la capital hasta Saclepea podría decirse que es bastante peculiar. Hay que salir muy temprano porque es un viaje que realmente toma mucho tiempo. Objetivamente, la distancia es menor a trescientos kilómetros, pero el camino tiene sus dificultades.

Camino hacia Saclepea
Primero que todo, no es fácil salir de la capital en la mañana. Todo el mundo está tratando de llegar a sus trabajos y el tránsito es lentísimo. En segundo lugar, cuando comienza a despejarse un poco el camino, comienzan los baches. Hoyos tan grandes que podrían haber destruido la camioneta 4x4 en la que íbamos si no se tomaban las precauciones necesarias. A pesar de eso, el paisaje es maravilloso y es que por todos lados se pueden observar cientos de árboles frutales y árboles de caucho. Además, hay pequeñas comunidades a lo largo de todo el camino donde uno pueden comprar sus productos e incluso hay pequeños restaurantes para satisfacer el hambre del largo viaje.

Pequeños puestos a lo largo del camino 
Uno podría pensar que es suficiente observar la belleza del lugar para que las horas de viaje no se noten tanto. Sinceramente, no es así. Después de seis horas en vehículo uno ya no sabe cómo sentarse y cuando uno trata de dormir un poco te despiertas de un salto.

Plantaciones de caucho
Todo tiene fin. Hemos llegado a Saclepea. No fueron nueve horas, fueron casi once horas de viaje. Aún cuando estaba exhausto por el viaje, decidimos salir a beber unas cervezas y a comer comida local. Las amigas de Lindsay nos estaban esperando. Ellas son voluntarias en el programa Peace Corps de Estados Unidos. Ya llevan más de un año acá y conocen el sistema bastante bien.

El pequeño bar está abastecido de electricidad gracias a un transformador. A veces la energía se va por unos segundos y vuelve. Le da otro toque a las conversaciones. No hay muchas opciones en cuanto a cerveza, así que ordenamos la bebida local llamada Club. Es una cerveza de buen gusto y aunque no me hubiese gustado, es todo lo que tenemos en este pequeño pueblo.

Después del bar, nos dirigimos a la base militar de las Naciones Unidas de la que están a cargo soldados de Bangladesh. Resulta que ellos no sólo se encargan mantener la paz en la zona, sino que también venden comida por un precio más que razonable. La comida es del tipo “todo lo que puedas comer”. Nos dieron arroz (no podía faltar), pescado, pollo, salsa picante y sólo porque yo era nuevo, carne de res. Fue una cena increíble. Estos chicos sí que saben cocinar y traer sus tradiciones culinarias a estos lugares. Ya sé a dónde iré cada vez que no quiera cocinar.

Ha sido una larga jornada y sólo me queda descansar para mañana recorrer las calles y conocer gente. También me prometieron unas lecciones de motocicleta. Ya veremos cómo va eso. 

Llevar cosas sobre la cabeza es lo más normal por acá

3 comentarios:

  1. Seba!! Qué bueno saber de ti! Síguenos contando como va todo! Un abrazo apretado desde chilito!

    Vale Olivos

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  2. Que entretenido leerte Seba! dan ganas de vivir una experiencia así también :) podrías contar acá igual como gestionaste todo para poder partir allá... un abrazo y aprende mucho!

    Marianne

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  3. Pronto escribiré nuevas entradas. Haré una especialmente para explicar el proceso desde Chile. Gracias por leer el blog! :) Un abrazo

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