El camino desde la
capital hasta Saclepea podría decirse que es bastante peculiar. Hay que salir
muy temprano porque es un viaje que realmente toma mucho tiempo. Objetivamente, la distancia es menor a trescientos kilómetros, pero el camino tiene sus
dificultades.
Camino hacia Saclepea |
Primero que todo, no
es fácil salir de la capital en la mañana. Todo el mundo está tratando de
llegar a sus trabajos y el tránsito es lentísimo. En segundo lugar, cuando
comienza a despejarse un poco el camino, comienzan los baches. Hoyos tan
grandes que podrían haber destruido la camioneta 4x4 en la que íbamos si no se tomaban las precauciones necesarias. A pesar de eso, el paisaje es maravilloso y es que
por todos lados se pueden observar cientos de árboles frutales y árboles de
caucho. Además, hay pequeñas comunidades a lo largo de todo el camino donde uno
pueden comprar sus productos e incluso hay pequeños restaurantes para
satisfacer el hambre del largo viaje.
Pequeños puestos a lo largo del camino |
Uno podría pensar que
es suficiente observar la belleza del lugar para que las horas de viaje no se
noten tanto. Sinceramente, no es así. Después de seis horas en vehículo uno ya
no sabe cómo sentarse y cuando uno trata de dormir un poco te despiertas de un
salto.
Plantaciones de caucho |
Todo tiene fin. Hemos
llegado a Saclepea. No fueron nueve horas, fueron casi once horas de viaje. Aún cuando estaba exhausto por el viaje, decidimos salir a
beber unas cervezas y a comer comida local. Las amigas de Lindsay nos estaban
esperando. Ellas son voluntarias en el programa Peace Corps de Estados Unidos.
Ya llevan más de un año acá y conocen el sistema bastante bien.
El pequeño bar está
abastecido de electricidad gracias a un transformador. A veces la energía se va
por unos segundos y vuelve. Le da otro toque a las conversaciones. No hay
muchas opciones en cuanto a cerveza, así que ordenamos la bebida local llamada Club. Es una cerveza de buen gusto y
aunque no me hubiese gustado, es todo lo que tenemos en este pequeño pueblo.
Después del bar, nos
dirigimos a la base militar de las Naciones Unidas de la que están a cargo soldados
de Bangladesh. Resulta que ellos no sólo se encargan mantener la paz en la zona, sino que también venden comida por un precio más que razonable.
La comida es del tipo “todo lo que puedas comer”. Nos dieron arroz (no podía
faltar), pescado, pollo, salsa picante y sólo porque yo era nuevo, carne de
res. Fue una cena increíble. Estos chicos sí que saben cocinar y traer sus
tradiciones culinarias a estos lugares. Ya sé a dónde iré cada vez que no
quiera cocinar.
Ha sido una larga jornada y sólo me queda
descansar para mañana recorrer las calles y conocer gente. También me prometieron unas lecciones de motocicleta. Ya veremos cómo va eso.
Llevar cosas sobre la cabeza es lo más normal por acá |
Seba!! Qué bueno saber de ti! Síguenos contando como va todo! Un abrazo apretado desde chilito!
ResponderBorrarVale Olivos
Que entretenido leerte Seba! dan ganas de vivir una experiencia así también :) podrías contar acá igual como gestionaste todo para poder partir allá... un abrazo y aprende mucho!
ResponderBorrarMarianne
Pronto escribiré nuevas entradas. Haré una especialmente para explicar el proceso desde Chile. Gracias por leer el blog! :) Un abrazo
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