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jueves, 31 de octubre de 2013

PRIMEROS DÍAS EN LIBERIA

Son muchos los prejuicios que uno tiene sobre ciertas cosas o lugares, especialmente sobre África. El sólo hecho de hablar de África como un todo sin diferencias ya es una terrible generalización y espero poder ir abriendo los ojos poco a poco a esta parte del mundo tan desconocida para nosotros.

Liberia es uno de los países más pobres económicamente de este continente, pero eso se compensa con la simpatía de su gente. Dondequiera que uno vaya la gente está saludando. Las risas de los niños son increíbles. Por otro lado, creo que sólo ahora puedo entender a mis amigos extranjeros cuando me cuentan qué tan observados se sienten en nuestro país. Acá soy un extranjero “blanco”, y nunca paso desapercibido.

El tráfico en Monrovia es algo único. Existen algunos semáforos, pero no hay casi ningún signo pare o ceda el paso. Si la gente puede adelantar por el lado derecho, lo hace. El medio de transporte que más se ve es la motocicleta. Éstas se ocupan no sólo para uso personal, sino que también como transporte público. Pude ver motocicletas hasta con tres personas encima. Las bocinas suenan por todos lados. Al principio uno podría pensar que todos están enfurecidos con el tráfico, yo lo estaría, no obstante, acá la ocupan para muchas otras cosas como para avisar que vienes cerca o que tienes espacio en la moto o simplemente para adelantarlos.

No pude evitar salir a probar la comida. La comida local es muy de mi estilo por su particular picante y uso de especias. Usan arroz para todo ya que sobre el setenta por ciento de su agricultura se basa en este grano. Todos los platos que he probado hasta ahora me han parecido muy deliciosos.

El pueblo libanés está por todas partes en Monrovia. Su influencia se puede apreciar en los restaurantes que ofrecen una gastronomía muy variada, en los supermercados donde tienen muchos productos con etiquetación en árabe y otros mercados como estacionamientos y librerías, por nombrar sólo algunos.

Algo que también me llamó mucho la atención es la gran cantidad de organizaciones internacionales que hay en este país. En las calles siempre se pueden ver autos con los logos de USAID, ONU, EU, CARES, WFP y muchas otras que están tratando de sacar a este país adelante luego de su terrible guerra civil que terminó hace tan sólo diez años. La ONU se encarga de mantener la paz ya que según dicen la situación post-guerra aún está complicada. Por lo que personalmente he podido observar, las cosas están tranquilas.

Listo para ir a Saclepea, Condado de Nimba. El viaje tomará alrededor de nueve horas en auto. Este pueblo será mi hogar por los próximos siete u ocho meses, así que estoy ansioso por llegar y desempacar luego de casi diez días de viaje. 

Océano Atlántico

Las escuelas tienen estos mensajes en sus muros
(Si puedes leer esto, agradécele a un profesor)

El agua es muy tibia, pero las corrientes no son las apropiadas para nadar

CASI EN CASA

Llegó la hora de tomar el avión. Al llegar al aeropuerto de Casablanca me encontré con una delegación de musulmanes que al parecer habían celebrado algún hecho importante últimamente. Más de la mitad del avión estaba ocupado por ellos. Claro está que el avión a Liberia es uno… bastante modesto. Todos llevaban muchísimas cosas en su equipaje de mano, por ello nos demoramos más en abordar. Casi todos llevaban exceso de equipaje. Me recordó mucho a los microbuses de campo donde todos llevan las cosas del mes. Algo a lo que hay que acostumbrarse acá es al alto volumen de las conversaciones. Muchas veces parece que están discutiendo, pero sólo están conversando. Finalmente, me senté entre una señora con su bebé a quien incluso le preparé su leche y un amigo de Portugal con el que hablé durante las cinco horas de viaje. Siempre es interesante hablar con gente abierta de mente y que no critica de mala forma todo lo que es ajeno a nuestra cultura.

Monrovia nos esperaba con tormenta eléctrica que me imagino desde el suelo debe verse muy hermosa, y del aire también sólo que provoca un poco de inseguridad.

Al bajar del avión sentí los primeros golpes de calor y humedad que serán, sin duda, unas de las cosas más difíciles a las que acostumbrarse.

Llegué bien aconsejado para cuando tenga que pasar por la aduana. Las cosas son menos organizada que en mi país, pero nada que no se pueda resolver. Primero me trataron de sobornar, me dijeron que si les daba $20 dólares me dejarían pasar inmediatamente. Me hice el desentendido y no les quedó otra que firmar mi pasaporte. Luego retiré mis maletas y las llevé para que las revisen. Me dijeron que si les compraba un café, las maletas pasarían sin ser revisadas. No hubiera tenido ningún problema en haberlo hecho, si tan sólo hubiera tenido un dólar liberiano, así que les dije que se los compraría en otra ocasión. Me revisaron un par de cosas y me dejaron pasar. Pasando esta última barrera, ya pude sentir que había llegado a mi destino.

Afortunadamente, Lindsay, mi novia, me estaba esperando en el aeropuerto. Ella ya conoce cómo funcionan las cosas acá y tenía un taxi para nosotros. Resulta que desde el aeropuerto hasta la ciudad es una hora más de viaje, pero todo tiene otro sentido a esta altura. Ahora podía observar los paisajes y a las personas. Todo es muy verde por acá. Se pueden observar árboles de plátanos y papayas en todos lados.

Llegué a la casa de la encargada del proyecto en el que trabajaré y dormí por unas horas para luego tener mi primer almuerzo en Liberia. Finalmente, ya me podía sentir casi como en casa, sino fuera porque aún me queda un viaje de nueve horas hasta Saclepea, Nimba County, donde viviré y trabajaré por aproximadamente siete meses. 

sábado, 26 de octubre de 2013

PRIMERA ESCALA: MADRID, ESPAÑA

Luego de unos espectaculares días en Bs. Aires, llegó el momento de viajar hasta mi destino. Por supuesto, tomé todas las precauciones para no tener inconvenientes en mi viaje, o al menos las que yo pensaba eran suficientes.

Todo comenzó a las 3:30 PM. Se suponía que el taxi, o remís como lo llaman en Argentina, llegaría a las 4:00 PM. Sin embargo, por un error de coordinación llegó antes. Esto en realidad fue muy bueno ya que al llegar al aeropuerto se estaban formando algunas manifestaciones - vaya a saber uno en contra de qué. El taxista me dijo, “te dejo rapidito y me echo a volar”. Obviamente no quería quedar en medio de algún posible disturbio. Al parecer, no hubo ningún problema mayor, por lo menos nadie lo andaba comentando en los pasillos.

Con mucho tiempo para abordar, me dediqué una hora al menos a avanzar mi libro En Llamas que es la secuela de Los Juegos del Hambre. Tenía pensado leer mis libros en África, pero con tanto tiempo de espera prefiero ocuparlo para leer. El aeropuerto de Bs. Aires, según mi humilde percepción, nos brinda una gran diversidad de nacionalidades. Se escuchan muchos idiomas y se ve gente que sin pudor viste ropas de sus países o de sus credos. Hasta una pareja de colombianos, sino estoy errado en sus nacionalidades, demostró sus dotes artísticos al bailar salsa al ritmo del celular. Fue un momento muy agradable. Y es que hasta ahí todo iba perfecto.

Tiempo de registrarse con la aerolínea o hacer el check-in. Pongo mi primera maleta para pesarla y el hombre me pregunta si tengo el boleto de regreso. “¿Cuál boleto de regreso?”, dije yo. “El que necesitas para poder abordar”, me responde. Ahí supe que este viaje no sería nada de fácil. Obviamente él no podía ayudarme porque como política de la empresa y de inmigraciones (según él) no me pueden dejar abordar si no cuento con el pasaje de vuelta. Por supuesto que yo tendría un pasaje de vuelta si tuviera todo planificado y supiera la fecha exacta en la que volvería. Así que no me quedó otra que pensar en algo rápidamente. Acudí a la compañía para ver si me daban una solución. Claro que hay solución, comprar un boleto, me dije a mí mismo. En ese momento, las dos horas que tenía de ventaja pasaban más rápido de lo normal. Vaya que era relativo el tiempo en ese instante. Antes de pasarle la tarjeta de crédito se me ocurrió explicarle toda la situación nuevamente paso por paso. Yo no voy a España, le reiteraba. Tampoco voy a Marruecos, insistí. Mi destino final es Liberia y tengo visa para entrar. Algo hizo clic en su cabeza y me dijo que volviera al mostrador y que se lo explicara de esa forma al encargado. Corrí, aunque no muy rápido porque andaba con dos maletas pesadas, y le dejé mis documentos al hombre. Me dijo que lo esperara. Sentía que había alguna esperanza de viajar y no perder todo lo programado. Sin embargo, cuando conversaba con su equipo me miraban y movían la cabeza de forma negativa y seguían discutiendo mi caso. Al final me llaman y me dicen, “sube tus maletas”, “te abordamos”. Creo que hasta una sonrisa me salió. Así que pagué el sobrepeso del cual sí estaba consciente. No esperarán que lleve 23Kg. por un viaje de más de seis meses. (Les recomiendo siempre leer todo lo que puedan sobre las políticas de la empresa porque varían de unas a otras.) Pagué los 100 dólares. Me dolió mucho pagar semejante cantidad de dinero por un par de kilos de más. No obstante, a esa altura era lo de menos.

Ya más tranquilo y en el avión, me relajo y espero la partida. El capitán nos pide disculpa por el atrasado y nos informa que debido a las tormentas en la ruta normal, nos desviaremos y gastaremos más combustible de lo habitual. Y como si fuera poco, tendríamos que aterrizar en otro sector del aeropuerto por el mal clima en Madrid. Afortunadamente, no nos encontramos ni siquiera con leves turbulencias y el aterrizaje fue uno de los más suaves en los que he estado. Y no entiendo por qué tuvo que decirnos lo del combustible, eso no me dejó muy tranquilo que digamos.

El pasar por inmigraciones en España igual me tenía nervioso, pero todo resultó ser muy rápido y fácil, lo que me dice que quizás el altercado en Bs. Aires probablemente fue un mal entendido. Ahora me encuentro esperando el vuelo a Casablanca, Marruecos. Está con una hora de retraso y ya terminé mi libro con el que me entretenía. Tengo mucho sueño para comenzar el siguiente libro, así que no hago más que escuchar los distintos idiomas, se escucha mucho francés, español, inglés y también escuché coreano, aunque este último puede haber sido una excepción. Comienza a llegar más gente, así que mejor guardo mi computador.


martes, 22 de octubre de 2013

ANTES DE LLEGAR A MI DESTINO

No es fácil llegar a Liberia, África. Al parecer mi país, Chile, no tiene intereses en común (y a veces no tan en común) con este país y por ello no existe una embajada para pedir una visa. Así que tuve que viajar a Buenos Aires y pasar un par de días para hacer mis trámites y, por supuesto, recorrer una ciudad en la que estoy por primera vez. 

Ya logré sacar la visa y al parecer está todo en orden para abordar el avión el próximo jueves. El representante de Liberia en Argentina me dejó más tranquilo al decirme que en los últimos cinco años, Liberia ha tenido cierta estabilidad social, así que no debo preocuparme "tanto". Creo que sólo podré saber qué significa "tanto" cuando esté allá.


Como el título de esta intervención indica claramente que aún no llego a Liberia, me tomo la libertad de escribir un poco sobre Argentina. 

He tenido la fortuna de conocer este país desde mi primer año de vida y nunca dejo de sorprenderme de la simpatía y amabilidad de los argentinos, especialmente de mi familia que radica ya muchos años en esta famosa urbe. 

El primer día tuve la suerte de disfrutar de su famosa gastronomía. Me bajo del avión y me encuentro con un asado espectacular. (Bueno, no es que haya sido así de rápido, primero tuve que pasar por una hora de tráfico que es más bien común en las grandes capitales.) Ya en la noche cuando estaba perdiendo la imagen mental de aquel asado, salen las pizzas que al parecer son intrínsecamente sabrosas en esta parte del mundo. Mañana saldré a recorrer la ciudad y sólo para evitar un Alzheimer gastronómico, probaré los helados artesanales y otras exquisiteces que pueda encontrar en el camino.