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jueves, 21 de agosto de 2014

DESDE SACLEPEA A SANTIAGO DE CHILE – EL FINAL QUE NO QUERÍA ESCRIBIR


Ya en mi entrada anterior había escrito un poco sobre el final de mi aventura por Liberia. Sin embargo, aquella no fue una conclusión, más bien una transición hacia esta última reflexión.

Hoy caminaba por una de las calles de Santiago de Chile y por alguna extraña razón me acordé de Liberia. Eso sí, con cierta dificultad. A veces pareciera que todo fue un sueño, como si nunca hubiera vivido en África. Quizás lo que me hizo acordar de  Liberia fue la gran cantidad de gente que caminaba a mi lado, los grandes edificios, el ruido de los autos, la gente usando ropa a la moda y las conversaciones por teléfonos inteligentes, es decir, me acordé por todo lo que no tiene este pequeño país africano.

No es fácil concluir o escribir el final de una historia. Especialmente cuando ya estoy totalmente involucrado en mi nueva vida. Por otro lado, en las noticias han estado transmitiendo sobre Ébola diariamente. Es muy triste ver como un país se destruye por una enfermedad, o por la falta de educación y recursos para combatirla. Mi ex jefa me contó que están sacando a todos los extranjeros que trabajan para organizaciones internacionales. A mis amigas de Cuerpos de la Paz ya las sacaron y a muchos otros que conocí en el camino. A Jolene, mi jefa, también le ofrecieron sacarla de allá lo antes posible, pero ella se rehusó (siempre supe que estaba trabajando con alguien muy especial). Ella y el equipo de PCI siguen trabajando en terreno, pero con un enfoque totalmente hacia la prevención de esta terrible enfermedad. Es irónico que las personas más capacitadas en términos de educación y conocimiento para manejar estas situaciones sean las primeras en ser evacuadas, uno esperaría que el personal de las Naciones Unidas se quede para ayudar, por ejemplo. Por otro lado, quién arriesgaría su vida si hay toda una familia detrás o porque simplemente sigue su instinto de supervivencia. Por mi cuenta, salí justo a tiempo, sin saber lo que se avecinaba.

A veces me pregunto si los seres humanos realmente cambiamos. Según Dr. House, un gran personaje de televisión, la gente no cambia. En algunas ocasiones siento que he cambiado, pero en otras siento que sigo haciendo exactamente lo mismo. Pensé que ahora sería más sencillo con mis gustos, pero a veces el trabajo exige gastar dinero en ropa innecesaria, al menos desde mi punto de vista. ¿He gastado menos en comida? No realmente, las ganas de volver a comer algo que no sea arroz me han hecho gastar bastante. Quizás hoy estoy en esos días donde cuestiono mi actuar.

Tal vez estoy exagerando un poco. Al menos siento que sí aprendí en este viaje. Uno puede leer mucho sobre un lugar, ver documentales, etc. Pero si nunca se ha vivido ahí, no se ha experimentado realmente el sentir de la gente. Ahora veo las noticias con otros ojos. Ojos más críticos hacia la prensa misma. ¿Pero de qué sirve? Quizás de cultura general porque a mucha gente le da lo mismo lo que suceda fuera de Chile, o incluso fuera de Santiago como me he dado cuenta ahora que vivo en la capital.

No quiero parecer tan pesimista. Sin duda, mi viaje a África ha sido una de las mejores experiencias que he tenido. Es sólo que es difícil entender las desigualdades que tiene este mundo. Y es más difícil entender la facilidad con la que uno se olvida del sufrimiento de aquellas personas y lo rápido que uno se adapta a su rutina.

¿Extrañaré Liberia? Sí, por supuesto. Extrañaré los momentos, los aromas (no el mío después de una jornada de trabajo), la sonrisas de los niños, los paisajes y la cantidad de tiempo que tenía para conversar de la vida simplemente. Si alguna vez me preguntaran si volvería, creo que diría que sí. No por tanto tiempo eso sí. En mi opinión, África es de esos lugares que te saca de quicio, que te frustra con la falta de un sistema organizado, pero que a su vez te fascina. Es una máquina del tiempo donde retrocedes hasta el comienzo de la urbanización y la expansión de la población. Allá observé que la línea entre el progreso como lo conocemos y la naturaleza es muy delgada y frágil, casi invisible, casi incompatible, casi imposible de dibujarla.


No sé cuál será mi próximo destino o si realizaré otro viaje, pero el deseo de explorar otras culturas siempre está ahí. Muchas gracias a todos los que se dieron un tiempo para leer lo que es una simple opinión y visión de uno de los más de siete mil millones de habitantes de este planeta. Adiós.

jueves, 3 de julio de 2014

DEJANDO LIBERIA


Se dice que se debería salir de un país post-conflicto cada cuatro meses. Uno no lo cree cuando recién llega. Uno dice, “puedo vivir por más tiempo acá”. La verdad que es cierto, sí se puede vivir por más tiempo, pero uno comienza a frustrarse un poco con la falta de un sistema eficiente. Quiera uno o no tratar de ser comprensivo con la situación, llega un punto donde cualquier cosa pequeña comienza a ser frustrante. Te levantas un día para ir a trabajar y no hay luz ni agua; tienes que lavar la ropa a mano nuevamente y con la humedad toma unos días en secarse. Así que tienes que ir a trabajar como sea. 

A pesar de todo ello, no fue fácil dejar Liberia. En cuanto la gente de mi pequeña comunidad supo que me iría, organizaron una serie de actividades para despedirme y eso no lo olvidaré nunca. Los liberianos son muy sencillos y considerados en algunas cosas.

El tiempo es claramente relativo a lo que uno esté haciendo. A veces sentimos que se mueve lentamente, casi frustrantemente lento. En otras ocasiones, no encontramos el botón para detenerlo y disfrutar un poco más del momento. En mi caso, las últimas dos semanas pasaron demasiado rápidas.

Todo este tiempo estuve trabajando como voluntario; sin embargo, conseguí un trabajo remunerado las últimas dos semanas y eso me tuvo muy ocupado. A tal punto que no me di cuenta cuando ya me estaba despidiendo de Lindsay.

Ambos recordaremos nuestro viaje a Liberia con emociones similares y en otras ocasiones con reflexiones diferentes por nuestra calidad de individuos con ideas propias. En esta corta intervención quiero mostrar algunas fotos que nos llamaron mucho la atención y que fueron el día a día de nuestras vidas.

En Liberia, lamentablemente, el sistema educativo les ha fallado irreparablemente a sus ciudadanos. Hay explicaciones para aquel problema, pero no es el momento de hacer el diagnóstico. Por ahora sólo quiero compartir esta foto de una niña que trata de remar contra la corriente y busca ir un poco más allá del estudiante común. Hay una red de electricidad en Saclepea, pero no funciona. La luz que se ve en la foto la proporciona el Programa Mundial de Alimentos. Esta niña está aprovechando esa instancia para hacer sus tareas. No puedo olvidar mis días como estudiante y sentirme un poco avergonzado. Si se cortaba la luz, no prendía una vela para seguir estudiando, sino que simplemente me iba a dormir y al otro día me presentaba a clases con el argumento de que es imposible estudiar si no hay luz. ¿Cómo iba a funcionar el computador de escritorio? (No tenía un computador portátil en ese momento) Y el módem no funciona con velas tampoco. Así que un gran ejemplo esta niña.


Fuera de WFP (World Food Program)

La siguiente foto es un poco cómica. En Liberia no encuentras estaciones de gasolina en cada pueblo con un dispensador automático. Lo que sí encuentras son estos frascos de distintas medidas. El bombero usa un embudo para cargar combustible. Generalmente no son muy cuidadosos y no van corroborando si el tanque aún tiene espacio. Como es de esperar, la gasolina se rebalsa y la motocicleta o automóvil queda pasada a bencina. 


Estación de Gasolina

John, el mecánico de la organización donde trabajé y gran amigo, nos invitó a conocer a su familia que vive en el campamente para refugiados marfileños de la Agencia de la ONU para los Refugiados. Su esposa es de Costa de Marfil y tienen tres niñas muy adorables. Cada familia recibe una pequeña carpa y ayuda de esta organización. Todos hablan múltiples idiomas en el campamente, (y en Chile pasamos por todo el sistema educativo para decir un par de palabras en inglés.) Como signo de respeto, acepté cualquier tipo de comida que hayan cocinado para nosotros. En esta ocasión comí unos caracoles muy grandes, pescado y fufu que es un subproducto de la yuca. El caracol en realidad tenía un sabor muy similar al del loco chileno con un toque más terrenal porque se extraen desde el bosque. 


Caracoles y pescado para el almuerzo
Campamento para refugiados de UNHCR

Esposa de John cocinando al aire libre
Por último, las sonrisas de los niños y niñas, en mi opinión, son simplemente muy hermosas. Siempre fue una alegría llegar a una comunidad y ver sus sonrisas.

Los niños(as) comienzan muy pronto a acarrear cosas en sus cabezas
Todos quieren aparecer en la foto


En mi próxima entrada probablemente estaré cerrando este ciclo. De hecho, ya me encuentro en Chile. No fue fácil llegar hasta acá. Me tomó casi una semana. Lo contaré muy pronto. 

sábado, 3 de mayo de 2014

VIAJE EXPRESS


Han pasado varias semanas desde mi última publicación sobre Ébola. (Por cierto, el acento va en la primera sílaba y no en la segunda como lo había escrito). En estos últimos días no se han registrado nuevos casos y al parecer la situación está bajo control. Sin embargo, para mantener a la gente alerta, un grupo de jóvenes liberianos crearon una canción sobre esta enfermedad, se toca mucho en las radios locales. Dentro de todo este ajetreo, tuve que realizar un viaje de emergencia a Costa de Marfil. Afortunadamente, esta emergencia no tenía nada que ver con la enfermedad, sino con un examen de inglés que tenía que rendir, sin excepción, para mi próximo proyecto.  

Para poner los hechos en contexto, realicé mi viaje la segunda semana de abril. No fue fácil tomar la decisión de dar el examen de inglés en este país por una serie de razones. La primera es que no hablo francés. La segunda y más importante es que Costa de Marfil tuvo una guerra civil no hace muchos años atrás y aún hay inestabilidad social en algunas regiones. Por último, sería la primera vez que viajo en África solo, a través de transporte terrestre  y sin la protección del auto de la organización.

El primer paso dentro de todo este viaje es conseguir la visa para facilitar el tránsito en las aduanas. Este documento cuesta setenta dólares y permite ingresar al país por una sola vez por un periodo máximo de tres meses. El próximo paso es coordinar el viaje desde Saclepea hasta el límite de Liberia con Costa de Marfil. Este trayecto dura dos horas y media y lo pude hacer en el auto de la organización. Debo decir que iba un poco nervioso durante este lapso porque no sabía que esperar una vez que llegara a la aduana. Ya en la aduana de Liberia seguí el procedimiento habitual que incluye mostrar la visa de Costa de Marfil, mostrar mi pasaporte y mi libro que comprueba que he sido vacunado contra la Fiebre Amarilla. Todo estaba en orden, así que pude continuar. Es importante mencionar que el límite físico entre estos dos países es un puente. Así que una vez que terminé mis papeles caminé por el puente hasta llegar al primer punto de revisión en Costa de Marfil.

El primer punto de revisión es en una pequeña cabina donde revisan si llevo substancias ilícitas. La verdad que no me revisaron, me dejaron pasar libremente. Luego llegué a la cabina donde me entrevistó un doctor para saber si sabía algo sobre Ébola. Le dije que trabajaba para una organización que vela por la salud de los liberianos. (En realidad lo tradujo un chico de Liberia que me ayudó durante todo ese trayecto). Así que, nuevamente, me dejaron pasar. Por último, llegué a la temida sección donde revisan los documentos como el pasaporte y la visa. Es un poco difícil pasar por estas revisiones porque la policía en África del Oeste es mu corrupta. Para mi fortuna, todo estaba en orden y no me pidieron ningún tipo de “ayuda” económica. Por último, mi ayudante me llevó hasta el estacionamiento de motos, negocié el precio e inicié mi recorrido por Costa de Marfil.

La tarifa desde el límite hasta el primer pueblo, Danané, es de quince dólares por un viaje de una hora y media, el mismo precio que cuesta el viaje desde Danané hasta Abidjan, la capital de Costa de Marfil, por un viaje de doce horas. Al principio no entendía el precio del primer trayecto, pero a mi regreso lo comprendí. El conductor resultó ser un chico de Guinea y me ayudó durante mi estadía en Danané e incluso a mi retorno a esta ciudad. Asimismo, me ayudó a comprar el pasaje para el bus y a conseguir alojamiento por un precio razonable, sin cobrarme dinero extra como normalmente sucede en estos países.

Danané es una ciudad pequeña que cuenta con algunos servicios básicos como red de agua (no sé si es potable) y red de electricidad. Hay muchos restaurantes, muchos talleres de carpintería, pequeños puestos de frutas y verduras; y algo que identifica mucho a Costa de Marfil, pan estilo francés por todos lados y a muy bajo costo. Pasé un día completo y una noche en esta ciudad. Salí a caminar un poco y practiqué francés con algunos residentes que me ayudaron a comprar comida. No sé hablar francés, sólo sé saludar y puedo leer un poco porque se parece muchísimo al español.

Día dos en Costa de Marfil. Me levanté muy temprano para ir a la estación de buses en caso de tener algún inconveniente. Por supuesto, debí haber pensado que estoy en África y el tiempo no es una prioridad, partimos dos horas después del horario establecido. Mientras tanto, comí pan baguette con huevo y café en un pequeño puesto de comida. Estaba muy bueno, realmente se nota la influencia francesa en la cocina. Finalmente, me subí al bus y comencé mi viaje hacia Abidjan.

Lo bueno de viajar en Costa de Marfil es que los caminos son pavimentados; de hecho, tienen una autopista con cuatro vías en muy buen estado. Por otro lado, el viaje no debería tomar doce horas, fácilmente se puede hacer en ocho horas. El chofer del bus paraba en muchos pueblos y, contradictoriamente, cuando íbamos por la mejor carretera, iba a menor velocidad por miedo a que le saquen una multa. Después de ver el actuar de la policía me di cuenta el porqué del miedo de los conductores. Durante todo el viaje, también paramos a comer y a hacer nuestras necesidades a una orilla del camino porque el bus no tenía baño.

Finalmente, llegamos a Abidjan alrededor de las ocho de la noche. Nos estacionamos en un lugar bastante caótico. Imagínense llegar de noche a una ciudad capital que no conocen, está oscuro y no hablan el idioma, hay muchísima gente a tu alrededor tratando de llamar tu atención por diferentes razones y no tienes idea de cómo llegar al hotel. Para mi fortuna, otra vez un liberiano me asistió con la traducción y me ayudó a conseguir un taxi que me dejó en las puertas del hotel. En ese momento, por primera vez en todo el viaje me sentí menos presionado. Lo había logrado, había llegado a la capital sano y salvo.

El hotel era más bien una residencia muy bonita y organizada. Contaba con todas las comodidades y el administrador hablaba suficiente inglés como para preguntarle algunas cosas básicas. Al final de la noche, ya no tenía energía más que para una ducha y dormir.

Al siguiente día, tenía una tarea bien clara: encontrar la Biblioteca Nacional donde tomaría el examen de inglés. No fue muy difícil porque al menos podía pronunciar ese nombre en francés, Bibliothèque Nationale. Ese mismo día también visité una pizzería y un supermercado. ¿Un supermercado? Sí, leyeron bien. Me gusta comprar productos locales, especialmente me gusta probar los lácteos. También compré algunas cosas para cocinar en el hotel; es más económico y, cuando tengo los ingredientes, me encanta cocinar.

Siento decepcionar a mis amigos(as) con la falta de fotografías. Mi escusa es que no planifiqué este viaje con más de una semana de anticipación. No busqué mucho en Google sobre los lugares para visitar en la capital y no es fácil movilizarse cuando no se habla el idioma. Ciertamente, se puede, pero hay que planificar un poco mejor. Mi opción era andar en taxi, pero cada viaje costaba caro. Así que en esta oportunidad fui bastante práctico e hice lo que tenía que hacer solamente.

Llegó el día del examen y todo salió bien. Estaba muy nervioso porque el sistema se cayó varias veces y no sabía que esperar, a pesar de que me dijeron que todo se grababa en el servidor.

Durante mi último día, me dediqué a recorrer el mercado, comprar mi pasaje de vuelta, comer fruta y descansar mi mente. Al otro día, nuevamente me levanté a las 5:30 por una semana consecutiva. Llegué al estacionamiento con una hora de anticipación. ¿Qué sucedió? Tuve que esperar tres horas para salir de Abidjan. Había mucha confusión, nos cambiaron de bus tres veces. Se especulaba que la razón por la que no tomaríamos el bus grande era porque lo habían hecho volver por posibles casos de Ébola. Salimos de la capital muy tarde y eso hizo que llegáramos a Danané a las diez de la noche en un minibus. Fue el viaje más incómodo que he tenido. El asiento era muy pequeño, paramos en cada pueblo que había. Ya al anochecer, la policía se subía al bus a preguntar por las identificaciones. En ese momento, me explicaron que no era seguro viajar de noche porque había grupos en las carreteras que secuestraban a los pasajeros. No fue el momento ideal para conocer la noticia. Pero llegamos, llegamos bien. Para mi sorpresa, mi amigo de Guinea se acordaba de mí y me estaba esperando cuando llegamos a Danané, me llevó hasta el hotel y no me cobró por el viaje. Sólo quería asegurarse que al siguiente día me iría con él hasta la aduana.

Al otro día no fue fácil coordinar mi regreso a Liberia. Le pedí al chico que me pasara a buscar a las once de la mañana. No tenía apuro ya que el auto me estaría esperando a la una de la tarde en Liberia. Todo iba bien en la mañana hasta que llega el chico y me comunica que deberíamos irnos inmediatamente porque el gremio de motociclistas estaba pensando en no dejar ir a nadie más hasta el límite debido a que Liberia tenía pensando cerrar su aduana. El chico de Guinea decidió llevarme de todas maneras.

En este último trayecto me di cuenta por qué el viaje entre Danané y la aduana era tan costoso. En el primer punto de revisión, la policía le cobró dos dólares al chofer, no sé si el gobierno está al tanto de ese “peaje”. En el segundo punto, un policía le cobró seis dólares y en el último le cobraron dos dólares más. Un total de diez dólares en “peaje”; honestamente eso es corrupción. Estaba muy enfurecido con la policía en ese momento. El chico solamente tuvo un resto de cinco dólares, sin contar el combustible. En el último punto de revisión iba todo bien hasta que un policía de gafas bien oscuras, muy parecido al típico estereotipo de dictador africano me cobró cuatro dólares. Conociendo el sistema, me hice el desentendido y le dije que no debía pagar porque tenía todos mis papeles en orden. El policía se enfureció y ni siquiera me miró, sino que se puso a discutir con el conductor. Me sentí muy mal en ese momento porque no pensé que se iba a descargar con él. Probablemente le iba a causar problemas cada vez que pase por ahí. Los otros tres policías que estaban en el lugar intentaban tranquilizar al otro policía corrupto. Ellos me decían que nos vayamos, pero el conductor estaba asustado, después de todo el policía corrupto tenía una ametralladora. Finalmente, se para uno de los policías que medía siquiera un metro noventa y encara al corrupto. Fin de la discusión. Llegué a la aduana y pasé sin ningún problema a Liberia.

Este viaje sin duda fue estresante por varias razones como podrán darse cuenta. La policía tiene más poder y es muy corrupta. De igual forma, algo que me disgustó muchísimo fue que los marfileños tratan muy mal a los liberianos. Primero, los hacen pagar en las aduanas a pesar de que existe un tratado de libre tránsito entre países de África del Oeste. También los hacen vacunarse contra ciertas enfermedades. Y como si no fuera suficiente, incluso cuando han pasado por todos los controles, los hacen volverse a Liberia. ¿La razón? Ébola. Al menos, eso fue lo que me contaba la policía de Liberia, quien además me confirmó que no tenían pensado cerrar su aduana, sólo querían asegurarse de que la policía marfileña no se aprovechara de la situación. Lo más contradictorio, es que hay muchos refugiados de Costa de Marfil en Liberia y los liberianos los tratan bastante bien. Es difícil comprender ciertas injusticias, pero cada vez me convenzo más que nuestra naturaleza humana muchas veces es despreciable.

¿Volvería a Costa de Marfil? No lo creo. Por supuesto, es mi humilde opinión. Si viajan con harto dinero y hablan francés quizás tengan un mejor momento. Es un país con muchas atracciones turísticas y está más desarrollado que Liberia. Geográficamente es bien lindo. Por otro lado, no puedo sentirme seguro como turista si la policía no es de confiar. En Chile sabemos que es bien probable que le roben a un turista, pero en la mayoría de los casos se puede confiar en que la policía no intentará aprovecharse de ellos. Ghana sigue siendo mi país favorito en África del Oeste.

Claro está que no lamento el viaje a Costa de Marfil. Aprendí más francés del que podría haber aprendido en un mes con un libro, es el primer país que conozco que tiene influencias francesas, aprobé mi examen con un puntaje mejor del que esperaba, probé comida exquisita y, por sobretodo, tendré más recuerdos de otra lugar del mundo. 




Alrededores de Danané


Monumento religioso en Yomoussoukro (Ciudad más grande de Ivory Coast)

Otro monumento religioso en la misma ciudad

Los mercados son más variados que en Liberia

Africa también tiene su lado moderno
                       
Catedral de San Pablo

viernes, 4 de abril de 2014

ÉBOLA (URGENTE)

En estos momentos es difícil tener una idea clara de lo que está sucediendo en Chile después del terremoto. Si han estado fuera de su país, se darán cuenta que incluso cuando leen las noticias o ven televisión por Internet, no se logra percibir el sentimiento en común que tienen los afectados. Ahora me imagino que todas las noticias son sobre el terremoto en el Norte de Chile. Sin embargo, hay eventos importantes que difícilmente harán noticia en Chile porque simplemente nuestros noticieros no dedican espacio suficiente a noticias internacionales. De hecho, al parecer lo que sucede en África es irrelevante para muchos noticieros de cobertura global. Ha habido masacres en la República Democrática del Congo y BBC cubrió muy poco el tema. Ahora bien, lo que quiero contar en este espacio sucede en Liberia y es un asunto bastante serio.

Todo comenzó en el país vecino, Guinea, donde murieron más de setenta personas de una enfermedad que por primera vez se escucha en esta región de África, Ébola. Esta enfermedad es de tipo viral y se trasmite a través de fluidos corporales de una persona o animal infectado. Brevemente, los síntomas son fiebre, dolor abdominal, diarrea, vómitos y, en los últimos días, hemorragia hasta fallecer. Lamentablemente, no hay vacuna y es letal hasta en un 90%.

Se cree que los murciélagos y monos acarrean el virus. Esto es particularmente complicado en Liberia y países vecinos ya que estos animales se consideran una delicia. Si a esto se suman las pobres condiciones higiénicas y la falta de información, el virus se ha propagado bastante rápido. En Liberia ya ha habido ocho casos y recién en las noticias de Aljazeera se comunicó que murió la primera persona que no está relacionada con los casos que ocurrieron en Guinea, es decir, es un caso aislado. Esta persona también era un cazador. La Organización Mundial de la Salud ya tiene personal trabajando en Guinea y Liberia al igual que el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades. Si han visto películas de virus y epidemias, son las personas que usan los trajes con aislación.

La idea de escribir esto no es para alarmar a mi familia y amigos. Es para informar sobre un tema bastante serio y que probablemente no tendrá cobertura hasta que llegue a los países desarrollados. Para fortuna de nosotros, la directora del programa es experta en estos temas y ya nos enseñó a prevenir esta enfermedad. Para nosotros los extranjeros es mucho más fácil evitar el contagio porque no consumimos bush meat (carne de animales no domesticables) y mantenemos una higiene mucho mejor. Por ahora, no se puede saludar de la mano. Para la gente es muy difícil cambiar sus hábitos alimenticios, pero muchos están reaccionando positivamente luego de escuchar lo terrible que es esta enfermedad.

Si les interesa saber más pueden visitar la página de Aljazeera y BBC en inglés. Hay casi nula cobertura en español. De todas maneras, trataré de publicar más noticias a través de Facebook o Twitter. Personalmente, me encuentro tranquilo. Siempre existe un poco de incertidumbre, pero estamos tomando todas las medidas para evitar cualquier desagracia.

domingo, 9 de marzo de 2014

GARAGE

¿Por qué una comunidad se llama "Garage"? Hasta ahora, nadie me ha dado la respuesta a esta pregunta. Sólo sé que esta pequeña y alejada villa posee un nombre en el dialecto local también, pero lo desconozco.

Actualmente trabajo en treinta y cinco comunidades, dentro de las cuales Garage no está incluida. No obstante, Lindsay, mi novia y colega, trabaja en aquel lugar y decidí acompañarla a observar a un grupo de mujeres que realizarían algunas actividades el pasado sábado. Así que preparamos nuestras motocicletas y comenzamos esta nueva aventura, por lo menos para mí.

Garage es una de esas comunidades donde nadie quiere trabajar. La gente sufre problemas serios de salud, vive en extrema pobreza, no realizan las labores que se les asignan, llegar allá no es tarea fácil, etcétera. Sin embargo, para Lindsay ese es el tipo de comunidad donde más se necesita prestar atención. 

En Liberia tenemos dos estaciones: Estación lluviosa y estación seca. En este momento estamos en la estación seca, así que el camino fue mucho mejor de lo que me esperaba. Con excepción de dos pequeños obstáculos donde hay que pasar cuidadosamente con la motocicleta. Primero un puente con muy poca superficie de apoyo y luego una poza de agua muy grande, afortunadamente tenemos motos que pasan por casi cualquier lugar.




Después de poco más de una hora llegamos a Garage. Como muchas veces ocurre en estas comunidades, la gente comienza a correr para realizar sus actividades cuando ven a los qüiplus. Luego te dicen que te estaban “esperando”. A esta altura ya estamos acostumbrados a ver que si uno no está constantemente empujando para que sucedan las cosas, no suceden. Por ello, parte de nuestro trabajo es monitorear frecuentemente a todas las comunidades para que sepan que estamos ahí. 

Nos pusimos de acuerdo con las mujeres que debían realizar la actividad y nos adentramos hacía el bosque por unos cuarenta minutos hasta llegar al destino real. 

El objetivo principal de estas mujeres es desmalezar un terreno boscoso para poder sembrar distintos tipos de plantas y así retribuir al dueño de esas tierras quien es un profesor que está impartiendo clases gratuitas para los niños de la comunidad. 

En Liberia uno puede tener intenciones de que algo funcione de cierta forma, pero al final la cultura es más fuerte. De esta forma, las mujeres sólo desmalezaron por unos minutos, básicamente para la foto, y luego volvieron a hacer las tareas que típicamente realizan en su cultura que es cocinar; mientras que los hombres continuaron desmalezando.  Esto no quiere decir que las mujeres no sean capaces de hacer esta labor; al contrario, acá uno puede observar que las mujeres son realmente fuertes físicamente, pero muchas de las actividades se definen según el género. 



Luego de presenciar el trabajo en el bosque, volvimos a las chozas donde nos dieron comida. Acá es inevitable sentirse mal cada vez que nos ofrecen alimentos. La gente con mucha dificultad tiene para comer y a pesar de eso comparte lo que tiene. 

Choza del profesor
Otras de las actividades interesantes que pudimos ver directamente fue el proceso de limpieza del arroz. Primero se ponen los granos de este cereal en un mortero donde los granos son golpeados con unos palos pesados para separar la cáscara del grano. Luego se vacía el contenido del mortero en un recipiente circular donde se mueve el producto para separar aún más el grano de las impurezas. Este proceso se hace tres veces hasta obtener un grano limpio.

No es fácil explicar el proceso o incluso imaginárselo. Por ello, decidí subir unos videos y algunas fotos donde se puede apreciar mucho mejor todo el procedimiento. 

Cereal de arroz sin procesar

Se machaca el grano para que se separe el grano de su cáscara

De a poco se va desprendiendo el grano de su cáscara

Luego se mueve el recipiente de manera que las impurezas salgan del éste


Así queda el arroz después de realizar el proceso tres veces






                                  

Siempre es interesante ver a la gente vivir en comunidad. Acá la idea de privacidad o propiedad privada es bien vaga, especialmente la primera. Las casas no tienen cercos, quizás por falta de recursos o quizás porque no hay un límite específico de la propiedad. La gente tiene que ser más social en las villas, es parte de la subsistencia. Casi todo el día se trabaja sólo para sobrevivir. Ese es el día a día de las personas que viven en los interiores del bosque. Deben viajar horas para llegar a un centro médico que probablemente estará cerrado porque el gobierno no le ha pagado a sus empleados o quizás simplemente no puedan salir de la comunidad porque no hay transporte, más que caminar por horas y horas sufriendo de una enfermedad muchas veces de común tratamiento. Son muchos los desafíos que se enfrentan en las comunidades rurales de Liberia; desafortunadamente, los extranjeros muchas veces se preocupan más de encontrar las soluciones que los mismos liberianos. Espero que antes de partir pueda ver los cambios que estamos tratando de provocar en este país.

viernes, 21 de febrero de 2014

90 MINUTOS DE FAMA

Uno de los deportes más populares en Liberia, y probablemente en África, es el fútbol. La gente se toma esta actividad con mucha seriedad. Chelsea y Manchester United son los dos equipos más populares. También lo son Barcelona y Real Madrid. Como la gran mayoría de la gente no tiene electricidad, existen algunos centros de entretenimiento donde se transmiten los partidos en vivo y se cobra una entrada de aproximadamente $0,5 dólares. Además, todas las semanas hay encuentros locales entre las distintas ciudades del condado, se parecen mucho a los partidos de la tercera división chilena o al fútbol campesino de mi querido sur. Con todo este ambiente futbolero fue difícil no involucrarme en este deporte nuevamente y comenzar a entrenar con mis colegas para tener un duelo con otra ONG, al menos eso fue lo que se dijo al principio. 

El primer día de práctica estaba un poco confundido. No fue una práctica exclusivamente entre colegas, más bien jugamos contra un equipo local inmediatamente. En otras palabras, jugamos contra chicos que entrenan frecuentemente. Muchos de los futbolistas aficionados tienen grandes habilidades para jugar y además son rápidos y fuertes. Por mi parte, estaba más acostumbrado a jugar con mis amigos donde después de diez minutos se cansan y se toman una cerveza. Jugar contra los liberianos me puso a prueba físicamente y creo que no lo hice tan mal.

Cierto es que nos ganaron por cinco goles de diferencia y por esas cosas de la vida y por estar en el lugar adecuado convertí el único gol para mi equipo. Desde ese entonces me transformé en el delantero titular. Para que no suene tan arrogante debo decir que en los primeros cinco minutos me caí y me herí bastante feo en uno de mis brazos. Atribuyo la caída a mi falta de estado físico y un poco al suelo que tenía piedrecillas. 

Seguimos con las prácticas por dos semanas hasta que llegó el día del encuentro. En aquel momento no me imaginaba cómo sería todo el preámbulo, pero después de tres meses uno se va haciendo una idea de las cosas. El mismo día del partido nuestro capitán nos avisa que no jugaríamos contra otra ONG, sino que contra el equipo de Saclepea. Fue un poco difícil aceptar que el duelo sería contra chicos que se preparan diariamente para sus encuentros, pero a esa altura no teníamos otra opción. 

Para bien o para mal, Liberia siempre te da sorpresas. Esta vez creo que fueron positivas. Nunca me imaginé que todos jugaríamos con camisetas de Chelsea. Pensaba que sería un duelo más de barrio, todos jugando con poleras de distintos colores, con zapatillas normales y sin público. En realidad, fue todo lo contrario y a eso me refería con que la gente se toma muy en serio el fútbol.

Sólo faltaba una hora para que comenzara el partido cuando me dijeron que me suba en el asiento delantero del auto. No sabía por qué debía hacer eso si estábamos a cinco minutos caminando hasta la cancha. Luego de subirme, comenzó el espectáculo. En un auto y tres motocicletas recorrimos todo el pueblo tocando la bocina para que la gente fuera a ver el encuentro. Ahí recién entendí por qué iba en el asiento frontal, un qüiplu (hombre blanco) llama mucho la atención y más cuando está vestido con tenida deportiva. 

Finalmente, llegó la hora de jugar. Con excepción de la cancha, todo lo demás fue bastante formal, contábamos con todos los árbitros respectivos y había bastante gente de la oficina apoyándonos. El partido fue bastante intenso y el equipo contrario generalmente poseía el balón. Por otro lado, nosotros teníamos un portero que nos evitó bastantes goles. Casi al finalizar la primera mitad, tuve la oportunidad de anotar, pero el arquero la detuvo. Toda nuestra barra comenzó a gritar qüiplu y me sentí un poco avergonzado por tanta atención, después de todo era el único “blanco” en la cancha. Termina el primer tiempo y nos vamos a descansar. En mi caso, me di el tiempo de tomar mucha agua porque jugar con 30° C no es fácil. 

Comienza el segundo tiempo y a pocos minutos del inicio nos cometen una falta en el área penal. Nuestro capitán anota y ganamos aún más confianza. El sólo hecho de que no nos hayan anotado durante el primer tiempo nos ayudó a ver que podíamos lograr algo. En los próximos minutos no hubo mucha acción más que algunos cambios de jugadores que ya estaban con dolores musculares. Casi al final del partido, nuestra defensa estaba un poco distraída y nos anotan un gol. Así el árbitro da por terminado el encuentro, empate uno a uno.

Al salir de la cancha fue interesante escuchar a la gente agradecerme por haber jugado. Inmediatamente asumí que fue por compartir con ellos y no por mi forma de jugar que me agradecían. Al parecer, debo ser el único qüiplu que ha jugado con ellos en mucho tiempo. 

Fue una gran experiencia y aunque no me gusta llamar (aún más) la atención, creo que participaré en el próximo partido que jugaremos contra las tropas de Bangladesh de las Naciones Unidas. Sin duda, si ese duelo se lleva realmente a cabo, será una tarde inolvidable para los liberianos que verán en sus canchas tantos qüiplus en un mismo lugar. El fútbol tiene sus detractores, pero acá parece funcionar bastante bien para compartir con la gente en otro contexto y salir un poco de la rutina. Además, me sirvió para observar que la cultura de este país también se refleja en este deporte. Los jugadores tienen mucho potencial individual, pero su falta de organización y rigurosidad creo que los haría perder contra un equipo chileno de similares condiciones.

lunes, 20 de enero de 2014

EL OASIS LLAMADO GHANA

Después de dos meses en el pequeño poblado de Saclepea, finalmente tuve la oportunidad de viajar a otro país de África del Oeste.

Ghana limita al Oeste con Costa de Marfil, al Este con Togo, al Norte con Burkina Faso y al Sur con el golfo de Guinea. La historia de este país es fascinante y triste a la vez. Brevemente, diré que desde este país se enviaban a los esclavos hacia el resto del mundo y aún se pueden visitar los fuertes y castillos construidos para tal objetivo. Además, es importante mencionar que se independizaron de los británicos.

A diferencia de otros países de la región, Ghana se ha mantenido estable por muchos años y ha logrado desarrollarse de una manera notable.

Mi primer contacto con Ghana fue con la ciudad capital, Accra. Es una ciudad muy parecida a las que podríamos encontrar en Chile. Al menos esa es la primera impresión que uno tiene al llegar a este país luego de vivir dos meses alejado de toda urbe. Hay grandes edificios, autopistas, taxis, buses, tiendas, centros comerciales, electricidad, agua, entre otras cosas.

Paradero de taxis y tro tros (mini bus) - También está el mercado a un costado

En África siempre me he sentido como extranjero. No obstante, al menos en Ghana la gente no se detiene a observarte por tu color de piel porque están más acostumbrados al turismo. Por otro lado, están tan acostumbrados al turismo que siempre intentan engañarte con los precios. El primer pasaje en taxi hasta nuestro hostal nos salió $10 dólares y de regreso al aeropuerto uno está tan acostumbrado a regatear y pelear por cada cedi (la moneda oficial de Ghana) que sólo pagamos 3 dólares.

El hostal donde llegamos, Agoo, es uno de los mejores hostales en los que he estado, especialmente en términos de ambiente. Después de meses, tuve la oportunidad de hablar español con unos chicos de España que estaban grabando un documental sobre la basura tecnológica. También había gente de Australia, Inglaterra, Estados Unidos y un chico de Ghana que hace sólo semanas antes había estado en Chile en una conferencia. Es cierto, el mundo a veces no es muy grande.

La primera noche en Accra fue más bien para comer sin límites, más que los propios que tienen el estómago y el bolsillo, por supuesto. Unas pizzas y cervezas fueron suficientes para sentirse como en casa.

Al otro día recorrimos la ciudad. Uno de los lugares que más me llamó la atención fue el mercado de Makola donde se puede encontrar casi cualquier tipo de comida. Por primera vez en dos meses, comí lechugas, papas y zanahorias. Claro está que no podía dejar de probar los deliciosos mangos. Otra de las atracciones de Accra es el Teatro Nacional que tiene una hermosa arquitectura. También tienen un estadio de fútbol donde se realizan los encuentros tanto nacionales como internacionales (la gente conoce Chile gracias al fútbol). En general, en Accra uno puede encontrar todo lo que quiera.

Teatro Nacional de Ghana

Calle comercial

Estadio nacional de Ghana

Monumento - Se realizan conciertos en ese recinto

Ya al tercer día nos dirigimos hacia el Oeste a la playa de Kokrobite. Es un lugar muy relajado y no saturado de gente. Uno puede bañarse sin problemas, especialmente porque el agua tiene una temperatura muy agradable. En términos generales, una de las cosas que uno nota es que la gente en Liberia y Ghana no sabe nadar. Otra de las cosas asombrosas que se puede ver en las playas es la pesca artesanal. Los barcos que se usan para tal labor son muy llamativos al igual que sus métodos de extracción. En pocas palabras, el dueño del barco y de la red le ofrece parte de la extracción a los que ayuden en el proceso. Los ayudantes también cantan mientras hacen su trabajo, al parecer para coordinarse al jalar la soga. Es todo un espectáculo.
Embarcaciones típicas de Ghana
Playa de Kokrobite
Gente esperando la extracción de pescados
Tirando de la soga


Desenredando la red

Cosecha del día

Seleccionando los mejores peces
Pueblo de Kokrobite

Uno de los destinos más visitados es Cape Coast. Esta ciudad fue la antigua capital de Ghana y tiene un gran parecido con la ciudad de Valparaíso en Chile. Desde esta ciudad específicamente se llevaban los esclavos a otros países. Uno de los atractivos es el castillo Cape Coast. Esta construcción cuenta con calabozos que dan escalofríos al escuchar al guía decir que el suelo está compuesto en parte de restos humanos, heces y sangre que con los años se solidificaron. En el castillo, también había un calabozo especialmente diseñado para castigar a aquellas mujeres que se rehusaran a tener relaciones sexuales con los conquistadores. Es un lugar con mucha historia y da para pensar en las terribles cosas que podemos llegar a hacer como seres humanos.

Calabozo para hombres (No había tanta luz en aquellos años)

Castillo de Cape Coast

Protección para ataques extranjeros 
Calabozos para mujeres esclavas

También visitamos los otros fuertes que servían para proteger la ciudad de ataques extranjeros. La vista es increíble desde estas construcciones debido a que se ubican en la parte alta de la ciudad.

Fuerte William
Vista desde fuerte Victoria
Cape Coast


Vista desde el fuerte William
La comida callejera es una de mis favoritas y a pesar de que en Liberia no como en la calle, acá sí me atreví a probarla. En once días no tuve ningún problema digestivo. Los platos son bien contundentes y muy económicos. En las mañanas, me gustaba ir por las calles y comprar piñas que están listas para comer. En la noche, comía anticuchos (o kebabs) de vacuno aliñados con unas especias bien picantes. Esto último daba pie a una degustación de algún nuevo tipo de refresco como por ejemplo una cerveza de yuca.


Comida típica en Ghana, deliciósamente condimentada

Resort en Playa Oasis



Baile callejero

Lamentablemente, los desayunos en la calle duraron sólo hasta que descubrí un hostal llamado Baobab. Había visto este lugar mis primeros días pero lo prejuzgué y pensé que sería costoso. Sin embargo, no sólo los precios eran excelentes, sino que además ofrecía una serie de productos veganos y vegetarianos, jugos de fruta fresca, café en grano y, como si fuera poco, este hostal también apoya escuelas y a niños con capacidades diferentes; además, tiene una tienda donde venden productos reciclados y confecciones en distintos materiales que los mismos niños aprenden a hacer con las capacitaciones que reciben de este lugar.

Luego de tanta playa, decidimos viajar hacia el Este del país, hacía la región Volta. En esta región hay montañas y caídas de agua y el turismo está menos desarrollado. Hay una serie de pueblitos bien pintorescos y la gente es muy amable como en todos los lugares que visitamos. Es interesante destacar que cada vez que queríamos subir una montaña, tuvimos que hacerlo con un guía. En la primera montaña que subimos, el guía se justificaba porque había que pasar por muchos árboles y pasto largo, además que él iba observando el camino por si nos encontrábamos con una serpiente. En el segundo recorrido, el guía no era necesario y además trató de aprovecharse con la propina. Lo peor que hubiera pasado es que nos hubiéramos equivocado de camino y hubiéramos ido a parar a Togo. Claro, porque sólo una montaña divide a estos dos países.


Montaña a escalar

Vista desde la cumbre

Con nuestro guía

Región Volta


Uno de los pueblos que visitamos en el Este fue Ho. Nos quedamos en un hotel que salía en una de las famosas guías de viajeros que tomamos prestada en Agoo. Justo nos tocó esperar el año nuevo en aquel pueblo. Lo divertido fue que el dueño del hotel, una persona que ha viajado mucho por el mundo, nos invitó a comer y beber para esperar el año nuevo. Fue una gran experiencia compartir con gente de Ghana y Nigeria mientras comíamos kebabs y bebíamos un vino francés. 

El siguiente pueblo se llama HoHoe y desde acá se puede tomar el tro-tro hasta las cataratas de Wli. Es una caminata de alrededor de tres horas subiendo una montaña con harta pendiente, pero al final uno obtiene su recompensa porque se puede bañar en la falda de la catarata. 




Catarata en las alturas

Pueblo de Wli
Otra vista de la cascada
Catarara Wli
Ghana es un país con gente muy simpática, con una infraestructura bien desarrollada y como dije al principio después de haber estado dos meses lejos de toda comodidad, Ghana se parecía mucho a un país como Chile en términos de desarrollo, hasta que uno comienza a observar con más calma. A veces uno se olvida de que todos los niños que venden cosas en la calle deberían estar en la escuela. También uno escucha las historias de chicas que son golpeadas por sus parejas y aunque esto pasa en cualquier parte del mundo, en los dos países africanos que conozco, esta triste realidad parece ser parte de la vida diaria. La desigualdad en la distribución de la riqueza también se deja notar. Así, en la capital uno ve casas gigantescas y luego en la región de Volta uno ve nuevamente las chozas que ve en Liberia. Pero si lo que se quiere hacer es conocer África y llegar a un destino no tan extremo en lo que a comodidades se refiere, Ghana parece ser el lugar adecuado. No es un país caro, la gente en general habla buen inglés y siempre tratan de ayudarte, el transporte es eficiente y la comida es excelente. Sólo hay que atreverse a viajar y a preguntar para llegar al destino.