Vistas a la página totales

lunes, 20 de enero de 2014

EL OASIS LLAMADO GHANA

Después de dos meses en el pequeño poblado de Saclepea, finalmente tuve la oportunidad de viajar a otro país de África del Oeste.

Ghana limita al Oeste con Costa de Marfil, al Este con Togo, al Norte con Burkina Faso y al Sur con el golfo de Guinea. La historia de este país es fascinante y triste a la vez. Brevemente, diré que desde este país se enviaban a los esclavos hacia el resto del mundo y aún se pueden visitar los fuertes y castillos construidos para tal objetivo. Además, es importante mencionar que se independizaron de los británicos.

A diferencia de otros países de la región, Ghana se ha mantenido estable por muchos años y ha logrado desarrollarse de una manera notable.

Mi primer contacto con Ghana fue con la ciudad capital, Accra. Es una ciudad muy parecida a las que podríamos encontrar en Chile. Al menos esa es la primera impresión que uno tiene al llegar a este país luego de vivir dos meses alejado de toda urbe. Hay grandes edificios, autopistas, taxis, buses, tiendas, centros comerciales, electricidad, agua, entre otras cosas.

Paradero de taxis y tro tros (mini bus) - También está el mercado a un costado

En África siempre me he sentido como extranjero. No obstante, al menos en Ghana la gente no se detiene a observarte por tu color de piel porque están más acostumbrados al turismo. Por otro lado, están tan acostumbrados al turismo que siempre intentan engañarte con los precios. El primer pasaje en taxi hasta nuestro hostal nos salió $10 dólares y de regreso al aeropuerto uno está tan acostumbrado a regatear y pelear por cada cedi (la moneda oficial de Ghana) que sólo pagamos 3 dólares.

El hostal donde llegamos, Agoo, es uno de los mejores hostales en los que he estado, especialmente en términos de ambiente. Después de meses, tuve la oportunidad de hablar español con unos chicos de España que estaban grabando un documental sobre la basura tecnológica. También había gente de Australia, Inglaterra, Estados Unidos y un chico de Ghana que hace sólo semanas antes había estado en Chile en una conferencia. Es cierto, el mundo a veces no es muy grande.

La primera noche en Accra fue más bien para comer sin límites, más que los propios que tienen el estómago y el bolsillo, por supuesto. Unas pizzas y cervezas fueron suficientes para sentirse como en casa.

Al otro día recorrimos la ciudad. Uno de los lugares que más me llamó la atención fue el mercado de Makola donde se puede encontrar casi cualquier tipo de comida. Por primera vez en dos meses, comí lechugas, papas y zanahorias. Claro está que no podía dejar de probar los deliciosos mangos. Otra de las atracciones de Accra es el Teatro Nacional que tiene una hermosa arquitectura. También tienen un estadio de fútbol donde se realizan los encuentros tanto nacionales como internacionales (la gente conoce Chile gracias al fútbol). En general, en Accra uno puede encontrar todo lo que quiera.

Teatro Nacional de Ghana

Calle comercial

Estadio nacional de Ghana

Monumento - Se realizan conciertos en ese recinto

Ya al tercer día nos dirigimos hacia el Oeste a la playa de Kokrobite. Es un lugar muy relajado y no saturado de gente. Uno puede bañarse sin problemas, especialmente porque el agua tiene una temperatura muy agradable. En términos generales, una de las cosas que uno nota es que la gente en Liberia y Ghana no sabe nadar. Otra de las cosas asombrosas que se puede ver en las playas es la pesca artesanal. Los barcos que se usan para tal labor son muy llamativos al igual que sus métodos de extracción. En pocas palabras, el dueño del barco y de la red le ofrece parte de la extracción a los que ayuden en el proceso. Los ayudantes también cantan mientras hacen su trabajo, al parecer para coordinarse al jalar la soga. Es todo un espectáculo.
Embarcaciones típicas de Ghana
Playa de Kokrobite
Gente esperando la extracción de pescados
Tirando de la soga


Desenredando la red

Cosecha del día

Seleccionando los mejores peces
Pueblo de Kokrobite

Uno de los destinos más visitados es Cape Coast. Esta ciudad fue la antigua capital de Ghana y tiene un gran parecido con la ciudad de Valparaíso en Chile. Desde esta ciudad específicamente se llevaban los esclavos a otros países. Uno de los atractivos es el castillo Cape Coast. Esta construcción cuenta con calabozos que dan escalofríos al escuchar al guía decir que el suelo está compuesto en parte de restos humanos, heces y sangre que con los años se solidificaron. En el castillo, también había un calabozo especialmente diseñado para castigar a aquellas mujeres que se rehusaran a tener relaciones sexuales con los conquistadores. Es un lugar con mucha historia y da para pensar en las terribles cosas que podemos llegar a hacer como seres humanos.

Calabozo para hombres (No había tanta luz en aquellos años)

Castillo de Cape Coast

Protección para ataques extranjeros 
Calabozos para mujeres esclavas

También visitamos los otros fuertes que servían para proteger la ciudad de ataques extranjeros. La vista es increíble desde estas construcciones debido a que se ubican en la parte alta de la ciudad.

Fuerte William
Vista desde fuerte Victoria
Cape Coast


Vista desde el fuerte William
La comida callejera es una de mis favoritas y a pesar de que en Liberia no como en la calle, acá sí me atreví a probarla. En once días no tuve ningún problema digestivo. Los platos son bien contundentes y muy económicos. En las mañanas, me gustaba ir por las calles y comprar piñas que están listas para comer. En la noche, comía anticuchos (o kebabs) de vacuno aliñados con unas especias bien picantes. Esto último daba pie a una degustación de algún nuevo tipo de refresco como por ejemplo una cerveza de yuca.


Comida típica en Ghana, deliciósamente condimentada

Resort en Playa Oasis



Baile callejero

Lamentablemente, los desayunos en la calle duraron sólo hasta que descubrí un hostal llamado Baobab. Había visto este lugar mis primeros días pero lo prejuzgué y pensé que sería costoso. Sin embargo, no sólo los precios eran excelentes, sino que además ofrecía una serie de productos veganos y vegetarianos, jugos de fruta fresca, café en grano y, como si fuera poco, este hostal también apoya escuelas y a niños con capacidades diferentes; además, tiene una tienda donde venden productos reciclados y confecciones en distintos materiales que los mismos niños aprenden a hacer con las capacitaciones que reciben de este lugar.

Luego de tanta playa, decidimos viajar hacia el Este del país, hacía la región Volta. En esta región hay montañas y caídas de agua y el turismo está menos desarrollado. Hay una serie de pueblitos bien pintorescos y la gente es muy amable como en todos los lugares que visitamos. Es interesante destacar que cada vez que queríamos subir una montaña, tuvimos que hacerlo con un guía. En la primera montaña que subimos, el guía se justificaba porque había que pasar por muchos árboles y pasto largo, además que él iba observando el camino por si nos encontrábamos con una serpiente. En el segundo recorrido, el guía no era necesario y además trató de aprovecharse con la propina. Lo peor que hubiera pasado es que nos hubiéramos equivocado de camino y hubiéramos ido a parar a Togo. Claro, porque sólo una montaña divide a estos dos países.


Montaña a escalar

Vista desde la cumbre

Con nuestro guía

Región Volta


Uno de los pueblos que visitamos en el Este fue Ho. Nos quedamos en un hotel que salía en una de las famosas guías de viajeros que tomamos prestada en Agoo. Justo nos tocó esperar el año nuevo en aquel pueblo. Lo divertido fue que el dueño del hotel, una persona que ha viajado mucho por el mundo, nos invitó a comer y beber para esperar el año nuevo. Fue una gran experiencia compartir con gente de Ghana y Nigeria mientras comíamos kebabs y bebíamos un vino francés. 

El siguiente pueblo se llama HoHoe y desde acá se puede tomar el tro-tro hasta las cataratas de Wli. Es una caminata de alrededor de tres horas subiendo una montaña con harta pendiente, pero al final uno obtiene su recompensa porque se puede bañar en la falda de la catarata. 




Catarata en las alturas

Pueblo de Wli
Otra vista de la cascada
Catarara Wli
Ghana es un país con gente muy simpática, con una infraestructura bien desarrollada y como dije al principio después de haber estado dos meses lejos de toda comodidad, Ghana se parecía mucho a un país como Chile en términos de desarrollo, hasta que uno comienza a observar con más calma. A veces uno se olvida de que todos los niños que venden cosas en la calle deberían estar en la escuela. También uno escucha las historias de chicas que son golpeadas por sus parejas y aunque esto pasa en cualquier parte del mundo, en los dos países africanos que conozco, esta triste realidad parece ser parte de la vida diaria. La desigualdad en la distribución de la riqueza también se deja notar. Así, en la capital uno ve casas gigantescas y luego en la región de Volta uno ve nuevamente las chozas que ve en Liberia. Pero si lo que se quiere hacer es conocer África y llegar a un destino no tan extremo en lo que a comodidades se refiere, Ghana parece ser el lugar adecuado. No es un país caro, la gente en general habla buen inglés y siempre tratan de ayudarte, el transporte es eficiente y la comida es excelente. Sólo hay que atreverse a viajar y a preguntar para llegar al destino. 



martes, 7 de enero de 2014

UNA SEMANA COMO LIBERIANO

Por una razón en particular, tuve que dejar mi hogar y vivir en la casa de unas amigas por una semana mientras ellas tomaban sus vacaciones. A diferencia de nuestra casa, la de ellas es una casa liberiana  y se diferencia de otras del mismo tipo por el gran esfuerzo que han hecho por decorarla y por hacerla más amigable.

En su exterior no es muy diferente a las demás, mas por dentro es bien colorida y está bien organizada. Las chicas que son voluntarias para Cuerpos de la Paz también se han preocupado de tener juegos de mesa, libros de todo tipo, pizarra para estudiar, sillones, entre otras cosas. Sin embargo, en cuanto a las comodidades mínimas con que disponemos en nuestros países, hay una gran diferencia.

Uno no se da cuenta de todo el tiempo que ahorra al tener servicios básicos como una conexión de agua y electricidad.

Todos los días hay que extraer el agua con baldes desde un pozo y almacenar el agua en los contenedores grandes que uno deja dentro de la casa. Esto puede tomar unos treinta minutos y es muy agotador. Recibí mis primeras instrucciones de una niña de no más de doce años que debe hacer esto todos los días.



Al principio me tomé esta labor más como un juego o una experiencia de vida, hasta que te das cuenta que aquella niña tiene que hacerlo todos los días y no por voluntad propia necesariamente. Son muchas horas de trabajo que podría ocupar, por ejemplo, en estudiar.

Estoy muy de acuerdo en que hacer ejercicio es una de las mejores actividades que podemos hacer para ayudar a nuestro cuerpo y mente. Sin embargo, cuando la dieta de estos niños es muchas veces arroz en la mañana y arroz en la tarde, el trabajo fuerte parece no beneficiarlos de la misma forma.

Cuando uno no tiene electricidad debe olvidarse de muchos artefactos que nos facilitan la vida.

La lavadora es prácticamente inexistente. Incluso en la casa de una persona que paga tres mil dólares por un arriendo, no hay una. Así que todo el lavado es a mano. No es una tarea para nada entretenida.  

El televisor no lo extraño en lo absoluto. Lo que sí extraño es tener luz a las siete de la tarde. Acá se oscurece a esa hora más o menos. La vida en Liberia comienza muy temprano y termina muy temprano. El agotamiento físico ya se siente a las siete u ocho de la tarde. Sin electricidad no queda más que prender las velas si uno quiere leer un libro o dormirse. También está la opción de ir al pequeño bar administrado por una señora muy independiente, Tracy’s, y tomarse una refrigerio para pasar la tarde. Esta última opción, es bastante usada por los extranjeros que trabajan en Saclepea.

Me encanta cocinar. ¿Cociné en esa semana? No. ¿Por qué? Porque para tener fuego hay que ocupar los braseros a carbón. En un camping me encantaría hacer eso y comer una parrillada. Pero acá es distinto. Acá tienes que hacerlo todos los días si quieres comer y no tienes el suficiente dinero para comer afuera. Además, tienes que pensar que tu platos sucios tienes que lavarlos con baldes y fuentes. Cocinar con brasero también toma mucho tiempo y después del trabajo simplemente no dan ganas de hacerlo.

Intento encontrar los aspectos positivos de no contar con agua potable y electricidad, pero sólo se me vienen a la mente pensamientos poéticos, románticos y momentáneos. Nada que permita construir el piso mínimo para lograr el desarrollo a nivel de infraestructura y mejore la calidad de vida de estas personas.