Se dice que se debería salir
de un país post-conflicto cada cuatro meses. Uno no lo cree cuando recién
llega. Uno dice, “puedo vivir por más tiempo acá”. La verdad que es cierto, sí
se puede vivir por más tiempo, pero uno comienza a frustrarse un poco con la
falta de un sistema eficiente. Quiera uno o no tratar de ser comprensivo con la
situación, llega un punto donde cualquier cosa pequeña comienza a ser
frustrante. Te levantas un día para ir a trabajar y no hay luz ni agua; tienes
que lavar la ropa a mano nuevamente y con la humedad toma unos días en secarse.
Así que tienes que ir a trabajar como sea.
A pesar de todo ello, no fue
fácil dejar Liberia. En cuanto la gente de mi pequeña comunidad supo que me
iría, organizaron una serie de actividades para despedirme y eso no lo olvidaré
nunca. Los liberianos son muy sencillos y considerados en algunas cosas.
El tiempo es claramente
relativo a lo que uno esté haciendo. A veces sentimos que se mueve lentamente,
casi frustrantemente lento. En otras ocasiones, no encontramos el botón para
detenerlo y disfrutar un poco más del momento. En mi caso, las últimas dos
semanas pasaron demasiado rápidas.
Todo este tiempo estuve
trabajando como voluntario; sin embargo, conseguí un trabajo remunerado las
últimas dos semanas y eso me tuvo muy ocupado. A tal punto que no me di cuenta
cuando ya me estaba despidiendo de Lindsay.
Ambos recordaremos nuestro
viaje a Liberia con emociones similares y en otras ocasiones con reflexiones
diferentes por nuestra calidad de individuos con ideas propias. En esta corta
intervención quiero mostrar algunas fotos que nos llamaron mucho la atención y
que fueron el día a día de nuestras vidas.
La siguiente foto es un poco cómica. En Liberia
no encuentras estaciones de gasolina en cada pueblo con un dispensador
automático. Lo que sí encuentras son estos frascos de distintas medidas. El
bombero usa un embudo para cargar combustible. Generalmente no son muy
cuidadosos y no van corroborando si el tanque aún tiene espacio. Como es de
esperar, la gasolina se rebalsa y la motocicleta o automóvil queda pasada a
bencina.
Estación de Gasolina |
John, el mecánico de la organización donde
trabajé y gran amigo, nos invitó a conocer a su familia que vive en el
campamente para refugiados marfileños de la Agencia de la ONU
para los Refugiados. Su esposa es de Costa de Marfil y tienen tres niñas
muy adorables. Cada familia recibe una pequeña carpa y ayuda de esta
organización. Todos hablan múltiples idiomas en el campamente, (y en Chile
pasamos por todo el sistema educativo para decir un par de palabras en inglés.)
Como signo de respeto, acepté cualquier tipo de comida que hayan cocinado para
nosotros. En esta ocasión comí unos caracoles muy grandes, pescado y fufu que es un subproducto de la yuca. El caracol en realidad
tenía un sabor muy similar al del loco chileno con un
toque más terrenal porque se extraen desde el bosque.
Caracoles y pescado para el almuerzo |
Campamento para refugiados de UNHCR |
Esposa de John cocinando al aire libre |
Por último, las sonrisas de los niños y niñas,
en mi opinión, son simplemente muy hermosas. Siempre fue una alegría llegar a
una comunidad y ver sus sonrisas.
Los niños(as) comienzan muy pronto a acarrear cosas en sus cabezas |
Todos quieren aparecer en la foto |
En mi próxima entrada probablemente estaré
cerrando este ciclo. De hecho, ya me encuentro en Chile. No fue fácil llegar
hasta acá. Me tomó casi una semana. Lo contaré muy pronto.